#bitacoradeviajedeunloco
En mis años como artesano disfrute mucho vender en distintas plazas del país.
Ver las danzas, las distintas manifestaciones culturales y tradiciones propias de cada lugar. Cómo no disfrutar del jolgorio que genera las fiestas patronales o taurinas que hay en nuestro país. Es un gran agasajo.
Sin embargo, no todo es color de rosa. Cuando me tocó “seguir” las ferias, me enfrenté con varios obstáculos; entre ellos, por ejemplo, pagar los permisos -que hay que señalar no son nada baratos-, aparte hay acaparadores que revenden los lugares.
Aunado a esto, el principal problema que me enfrenté es dónde quedarme a dormir. Muchos de los hoteles estaban ocupados y los que quedaban lugares no eran nada accesibles en los precios; así que, como muchos que venden en las ferias, me quedaba a dormir debajo de mi puesto o, en su defecto, algunos compañeros me daban permiso de quedarme a dormir en su camioneta.
Algunas de las ocasiones pude acampar, pero no todos los lugares se puede ya que es muy peligroso.
Recuerdo en una ocasión, en Santa María del Oro, en Nayarit, me toco dormir en una banca, pues no encontré dónde quedarme; así que tuve que acoplarme a la forma metálica y tratar de descansar lo que pude.
Al siguiente día un alma caritativa que me dio espacio en su puesto para que me quedara a dormir y de esta forma también cuidar su mercancía.
Otra cosa que lidia uno en este ambiente, es el exceso de gente que hay en el día principal de la fiesta.
Muchas de las ocasiones tanta gente no permite una buena venta, incluso no se puede ni caminar, ejemplo de ello es el día 6 de enero en Cajititlán, Jalisco; hay tanta gente que en ocasiones tumban los puestos.
Actualmente las disfruto más como observador –aunque hay veces que me engento, ya es la edad (jajaja)– , ya no vendo mis artesanías en las ferias, ya uso otro tipo de métodos que me den más espacio de trabajar en otras cosas.
La feria en el arte
Las ferias de los pueblos y ambulantes han sido inspiración para varios artistas; en el caso de la literatura tenemos autores como Ray Bradbury, Ana Ballabriga, y claro, Juan José Arreola, quienes usaron el ambiente de las ferias para crear grandes obras literarias.
La pintura no se queda atrás, tenemos obras como La Feria de San Isidro, de Francisco de Goya, o La feria de Nîmes, de Auguste Chabaud, por nombrar algunas. Bueno, en realidad son las que más me gustan.
Las ferias siempre son interesantes, hay muchas cosas que apreciar y disfrutar.