“Aprende algo. Andar por los caminos enseña mucho”
Paso del Norte, Juan Rulfo
Como caminante llegué al Llano. Después de atravesar las faldas del Nevado por caminos sinuosos, el llano se abría de color dorado en el horizonte; dorada vegetación semejaba a llamas que bailaban gracias al mínimo viento que circulaba y lograba refrescar el ambiente.
Muros montañosos circundaban el valle.
Junto a la carretera pequeñas poblaciones adornaban el camino. Acostumbrados al ajetreo de los carros llevan su vida con normalidad; niños atraviesan la carretera caminando y algunas personas esperan en las paradas el camión que los llevaría a su destino.
La distancia es lo que menos importa, siempre y cuando estés en la sombra para sortear el calor.
Después de casi una hora de viaje, desde Zapotlán el Grande, estaba en Cuatro Caminos; desde ese punto se observaban las barrancas que llevan a Tolimán. Tomé el camino hacia San Gabriel, porque ahí me dijeron que vivió un tal Juan Rulfo.
En la entrada del pueblo, coronando el municipio, una pequeña capilla en la cima de un cerro, la cual vigilaba, entre la neblina, la vida cotidiana de la población.
Por fin entré al corazón del San Gabriel, en la Casa de la Cultura, conocí a quien sería mi guía: Gustavo, integrante del área de comunicación social del municipio.
Gustavo joven amable, sencillo y con mucha vocación a su labor periodística; lo que más me llamó la atención, es que estaba ansioso por seguir conociendo su municipio, como si fuera la primera vez en la zona, buscaba respuestas y datos de la historia para conocer más del lugar.
Nuestra primera parada fue ir a desayunar. En la plaza, hinchada de sus torres, erguidas, orgullosas como madre que cuida a sus hijos, está la parroquia.
Frente a ella la plaza principal y a un costado el kiosco. Como en muchas poblaciones de Jalisco, hay portales que adornan el centro de la ciudad.
A un costado del atrio de la parroquia, en una refresquería, decidimos tomar un café para iniciar el día y unas ricas tortas. El dueño del lugar José Villalvazo Naranjo, es un historiador nato; y sobre todo amante de la cultura de San Gabriel.
¿Por qué se llama “El llano en llamas” el libro de Juan Rulfo?
Después de platicar un poco sobre la historia del lugar y lógico sobre Rulfo –motivo por el cual viajan muchas personas al pueblo–.
En cuanto tuvo oportunidad me preguntó seriamente “¿usted sabe porque se llama el “llano en llamas”?”; claro, que después de haber visto el paisaje y el calor que hacía en ese lugar, me fue fácil decir que era gracias a esos elementos por lo cual Rulfo optó por ese nombre.
Mi respuesta le siguió, por parte de mi interlocutor, de una pequeña sonrisa y me contestó: “Suena bien, pero no. Cuando Rulfo tenía 4 años, su hermano le preguntó: que, si se acordaba cuando murió su padre; Rulfo contestó que no”.
“Entonces el hermano le dijo que cuando trajeron de Tuxcacuesco el cuerpo de su padre por la noche, las personas traían antorchas y que el llano se veía en llamas”.
Se me hizo fascinante la respuesta.
Yo creo que mostré esa fascinación que Don José me volvió a cuestionar: “¿Y sabes porque se llama Comala el pueblo que Rulfo nombra en sus libros?”.
Sólo me quedó negar con el cabeza, nuevamente satisfecho de tener una contestación, sonrió y me dijo: “Pues hay dos respuesta. La primera es que aquí, en San Gabriel, por el lado de Jiquilpan, hay tres volcanes apagados. Ellos tienen la cima plana y se le conoce como los comales. Por eso se llama Comala”.
“Y la otra es una anécdota que dicen que antes que el papá de Rulfo muriera, le prometió llevarlo a Comala, donde tenían familia; pero sucedió lo de su accidente. Por eso Rulfo puso a Comala por la promesa de su padre difunto”.
Realidad o no. Es interesante como la gente del lugar se siente orgullosa de pertenecer a ese espació mítico-literario que Rulfo, que ahora sus pobladores recrean esa invención buscando respuestas entre las pláticas, anécdotas o lugares donde alguna vez Juan Rulfo estuvo.
Conocer a grandes sangabrielenses en su llano
Me agradó ver que en el local de Don José, tiene una exposición de fotografías antiguas de la localidad, las mostraba con orgullo, como parte de su propia vida, de sus propios recuerdos, cada vez que mostraba una daba la explicación y de dónde la obtuvo.
En la exposición personal, de esa galería improvisada, también contaba con recortes de periódico o fotos de los principales gabrielenses ilustres, de quienes conoce datos interesante de cada uno de ellos.
Como Blas Galindo Dimas, quien compuso más de 40 piezas musicales tanto de orquesta como para mariachi; Rosario Morales, compositora que logró fama
internacional con la melodía “Puerto de ilusión”.
También un gabrielense que rompió fronteras fue el actor José Mojica, que a pesar de su final vocación sacerdotal, logró conquistar, a principios de sus años, las grandes pantallas cinematográficas, pues participó en distintas filme, tanto en Hollywood como en nuestro país.
También, gracias a su gran voz de tenor participó en distintos recitales a lo largo del país.
Un dato que mencionó Don José, al mostrarme cada una de las fotos, es que los restos de este actor se encuentran en una parroquia en Lima, Perú; por lo cual, están realizando acciones para que regresen a la tierra que los vio nacer.
Otro destacado personaje de esta población es el empresario Salvador López Chávez, fundador de la reconocida marca de zapatos Canadá.
Una vuelta por Jiquilpan, en el llano de San Gabriel
Después de desayunar y hacer algunas actividades dentro de los festejos del centenario del natalicio de Juan Rulfo, visitamos Jiquilpan; que, es una delegación que está a cinco minutos de la cabecera municipal.
En esta población, Gustavo me llevó a visitar unos petrograbados. Al igual que en varios lugares de nuestro estado se encuentran en propiedad privada.
Pudimos entrar a ver una piedra, que tiene una altura aproximada de un metro con 80 centímetros; en forma cónica con el diámetro mayor de un metro aproximadamente.
Tallados sobre ella, hay petrograbados que son comunes: espirales, líneas, cuadros con puntos concéntricos. Estaba completamente grabada.
Según Gustavo hay más, pero se tenía que caminar a buscarlas, pues estos hallazgos son gracias a los pobladores y existen pocos registros sobre el tema.
San Gabriel es un pueblo de gente amable, calurosa; es tanto el calor humano, que se derrama en el suelo y se refleja creando un ambiente único, semidesértico; con pequeñas nebulosas de humedad que se asoman sobre las calles.
Caminar entre las poblaciones cercanas nos pueden llevar a la Hacienda de Buenavista, la Hacienda de La Guadalupe y La Sauceda, que aún están en buen estado, o, por qué no, fotografiar los restos de las exhaciendas de El Jazmín, Telcampana, San José, Totolimispa.
Visitar San Gabriel para seguir los pasos de Rulfo es un buen pretexto. Pero caminar nuestros propios pasos nos ayuda a conocer más sobre la población.
Por ejemplo probar las sabrosas faustinas, que son una bebida a base de ciruela y mezcal; comer ricos sopitos, comida típica de la región, que es básicamente taquitos con carne de res desmenuzada y bañados con caldo de la misma carne.
O qué tal ir al balneario de Jiquilpan, escuchar la leyendas de las niñas y verlas petrificadas, como dos torreones en los muros de los cerros que circundan la localidad.
Caminar por San Gabriel, es caminar por los murmullos, las voces, los sonidos; sobre todo, es caminar y toparse con una sonrisa amable de los gabrielenses.