Por: Durruty Jesús de Alba Martínez*

La involuntaria errata en el último renglón de la reseña “XX Encuentro Nacional de Divulgación de la Ciencia” escrita por nuestro vocal de divulgación Hugo Alberto Jasso Villarreal (Bol. Soc. Mex. Fís. 20-2, (2006) p. 96) en que asigna el nombre del poeta, periodista y político veracruzano Salvador Díaz Mirón al Planetario de Guadalajara, cuando el correcto es Severo Díaz Galindo, me da pretexto para escribir unas breves líneas acerca de este precursor de la ciencia en el estado de Jalisco.

De la tierra del Ánima

Nació el 8 de noviembre de 1876 en el sureño poblado de Sayula, en su temprana infancia ingresó al Colegio Eclesiástico del cercano Zapotlán el Grande (hoy Ciudad Guzmán), en dicho establecimiento de pendiente del Seminario Conciliar Tridentino del Señor San José de Guadalajara (de aquí en adelante Seminario del Señor San José) tuvo contacto con las ciencias en las que descolló, según nos refiere el director del colegio (Informe, 1893) al dar cuenta que en la cátedra de Matemáticas, Física y Astronomía Severo Díaz rindió examen público, siendo interrogado de las dos últimas materias conforme a los textos de Ganot y Ch. Briot respectivamente, logró el premio único de la cátedra y la máxima calificación de “SSS”.

Fue ordenado sacerdote el 9 de septiembre de 1900 en Guadalajara.

En el Seminario y observatorios de Guadalajara

Hacia 1905, ya en Guadalajara, Severo Díaz enseñaba Astronomía y Meteorología en la Escuela Libre de Ingenieros, de la que sería nombrado responsable de su observatorio astronómico en 1913.

Además de su actividad en dicha institución civil continuaba sus labores docentes y en los observatorios astronómico y meteorológico del Seminario del Señor San José, el primero de ellos fue dedicado el 7 de marzo de 1904 (Ortiz, 1904).

Aunque la mayor parte de su trabajo científico fue sobre meteorología, -desarrolló un modelo para explicar las lluvias en Guadalajara basado en las temperaturas del mes previo en el norte de Estados Unidos- también hizo contribuciones a la astronomía, fue nombrado en 1907 miembro honorario del Instituto Solar de Montevideo en Uruguay y su monografía “El centro del Universo”, según relata un biógrafo contemporáneo (Dávila, 1919), fue elogiada por los jesuitas del Observatorio Astronómico de Stonyhurst en Inglaterra.

¿Vida extraterrestre?

Con el título de “La habitabilidad de los astros” (Díaz, 1909 a y b) se recoge en el Boletín de la Escuela de Ingenieros de Guadalajara la conferencia impartida por Severo Díaz a los alumnos del Seminario del Señor San José “en la solemne distribución de premios” el 7 de marzo de 1909.

En ella analiza la posibilidad de existencia de vida en hipotéticos planetas de otras estrellas así como en los planetas del sistema solar.

Concluye que en los sistemas estelares binarios y múltiples la formación de planetas no es posible; al abordar el problema en nuestro sistema solar hace una revisión de las ideas que al respecto se tenían a finales del siglo XIX sobre Marte, y finaliza aseverando: “si Marte tiene habitantes la Astronomía es incapaz de decírnoslo”.

La solución la deja en la metafísica, que para él tiene una respuesta afirmativa, aunque acota que no simultáneamente: cuando nuestro Sol y sistema planetario desaparezcan otro nuevo lo sucederá.

Experimentos con Radio

Probablemente gracias a su amistad y correspondencia sostenida con el profesor de física de la Escuela Nacional Preparatoria Luis G. León (también presidente fundador de la Sociedad Astronómica de México y miembro de la Sociedad “Antonio Alzate”) recibió Severo Díaz a inicios del pasado siglo XX un curioso dispositivo diseñado por Sir William Crookes en 1903 (Crookes Spinthariscope, 1999), denominado espintariscopio y que contenía en su interior una pequeñísima partícula de Radio.

Junto con su colega, el todavía presbítero José María Arreola Mendoza (tío del maravilloso conversador y autor de “La feria”, Juan José) desarrolló una serie de experimentos que fueron reportados en el Boletín Eclesiástico y Científico del Arzobispado de Guadalajara (Díaz, 1904), previa conferencia ofrecida en la Escuela Libre de Ingenieros de Guadalajara el 4 de abril de dicho año, al respecto comenta Díaz:

No me separaré de este honroso lugar, sin daros cuenta de nuestras primeras experiencias con este maravilloso metal, experiencias que si bien es cierto no merecen el título de serias, tienen no obstante un carácter que hará por lo menos las oigáis con benevolencia: son las primeras que de su género se verifican en esta culta ciudad.

Utilizando la partícula de Radio procedieron ambos a obtener impresiones fotográficas análogas a las realizadas por Becquerel con sales de sulfito de calcio fosforescente que fueron parte de los experimentos cuyo resultado le valió compartir el premio Nobel de Física de 1903 con el matrimonio Curie.

Pero dejemos a Díaz relatarnos sus experiencias:

En el cuarto oscuro que sirve para sus trabajos fotográficos a mi ilustrado compañero el P. Arreola, colocamos la tarde del día 1.° de abril próximo pasado una placa 4 × 5 cubierta con una tarjeta de bordes perforados y en su centro opaco pusimos unas letras de alambre. Un poco arriba como á un decímetro de la placa suspendimos la aguja del espintariscopio con su partícula radiante, de un puente de alambre, dejando todo en la más completa oscuridad. El día siguiente a las 8 a.m reveló el P. Arreola la placa y se obtuvo la huella e impresión perfectamente visible; aquella insignificante radiación había atravesado una placa de cartón como de medio milímetro de espesor.

Las experiencias continuarían ese dos de abril de 1904, ahora utilizando una placa de 5×7 y agregando otros objetos:

En primer lugar, la tarjeta de artística manufactura que adorna su centro, luego un rosario cuya construcción no se interrumpe á pesar de que en sus vueltas llega á introducirse en plena tarjeta; las letras son perfectamente visibles y en el centro enteramente opaco, se
pueden ver ciertos objetos que impresionaron a la placa al traves del cartón brístol.

De alguna forma podemos llamar a esas placas las primeras “radiografías” tapatías.

Epílogo

Severo Díaz Galindo fue pues una personalidad indispensable para el desarrollo de la cultura científica en la Guadalajara de la primera mitad del siglo pasado; además de ser uno de los convocados por el gobernador liberal del Estado de Jalisco, José Guadalupe Zuno Hernández, para discutir y organizar lo que sería la Universidad de Guadalajara inaugurada con un solemne acto en el teatro “Degollado” de la ciudad el 12 de octubre de 1925; Díaz fue director del Observatorio Astronómico y Meteorológico del Estado, integrado a la casa de estudios como su primera dependencia dedicada esencialmente a la investigación científica.

Don Severo participó activamente en la Junta Auxiliar en Jalisco de la Benemérita Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, de la que fue presidente hasta su deceso en 1956.

Tardíamente se le rinde homenaje en Jalisco al trasladar sus restos mortales a la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres el 11 de septiembre de 1994, por cierto, las autoridades albicelestes le han escamoteado la estatua de cuerpo entero correspondiente, y si ustedes visitan el lugar se darán cuenta que quien sí tiene estatua es el general Marcelino García Barragán, vecino de sepulcro del pater Díaz.

*El artículo completo fue originalmente publicado en 2006 en el Boletín de la Sociedad Mexicana de Física


Fotografías: Instituto de Astronomía y Meteorología de la UdeG

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