En Los Altos de Jalisco, como en otras partes donde imperó el catolicismo, la muerte de bebés y niños implicaba un ritual para encontrar un consuelo en las familias: el Velorio de Angelitos.

Esta tradición se basaba en que al haber sido pequeños sin uso de razón “estaban libres de pecado” y, por ende, su fallecimiento significaba su llegada inmediata al Paraíso.

Se trataba de un tendido donde los pequeños estaban vestidos de blanco, llenos de flores, y eran acompañados de música y un ambiente festivo entre los vecinos del barrio.

“No es una teatralidad, ni escenografía, sino la construcción de un espacio que se asegura de que estén todos los símbolos que acompañan al cuerpo del angelito, para que su tránsito al Cielo sea efectivo”.

Esto lo comenta Arnulfo Salazar Aguirre, promotor cultural e investigador de temas estéticos, quien rescató la memoria visual de dicha práctica en el libro Dichoso de ti angelito.

El volumen reúne un centenar de fotografías post mortem de pequeños fallecidos en localidades de la región Altos Sur, como Arandas, Jesús María, San Julián, San Ignacio Cerro Gordo, entre otras, primordialmente de la década de 1930.

“En las fotografías recopiladas se nota que la mayoría de los pequeños fallecidos estaban vestidos con su ropón de bautizo, con coronas de flores de azahar o de cera”.

“Cuando las circunstancias lo permitían, se ponía el cuerpo en un ataúd blanco o pintado de rosa o azul”.

También se muestra un tendido de flores porque se creía que el angelito se las llevaría a la Virgen. Sus manitas se colocaban sobre el pecho, o juntas en señal de plegaria, y podía ser con un rosario o una cruz de carrizo.

Abanico de realidades

Arnulfo es originario del municipio de Jesús María, Jalisco, donde esta tradición tuvo apogeo y en la que creció con una familia que también tuvo su propio angelito, que fue uno de sus 13 hermanos.

En las fotos recopiladas, explica, se reúnen el abanico de realidades de los Altos de Jalisco, pues tanto las familias más humildes como las más ostentosas, buscaban dar una despedida digna al angelito.

Esas imágenes forman parte del archivo de Pablo Ibarra (1901-1973), quien fungió como fotógrafo de Arandas, Jalisco, durante gran parte del siglo XX, así como de localidades aledañas de la región Altos Sur de la entidad.

Con ayuda de la señora Bertha Ibarra, hija de Pablo Ibarra y quien resguarda el archivo de su padre, Arnulfo hizo una difícil curaduría de fotografías de bebés y niños recién fallecidos, de entre los 80 mil negativos acumulados por 80 años.

“Cuando la fotografía llega, se empieza a favorecer la representación gráfica de la tradición, incluso ya se veía desde antes en exvotos y pinturas virreinales”.

“La fotografía vino a democratizar las representaciones sociales de todos los estratos, también permitió la representación de la muerte”, dijo.

Prohibido llorar la pérdida de un hijo

Desde la tradición católica se entiende que hay una bendición en la familia cuando uno de los hijos o hijas, en los primeros años o días de nacido, muere.

“Esto, porque alcanza más rápido la gloria”, detalló Arnulfo. “Que estos niños lo alcancen era considerado un logro, un triunfo, y había que celebrarlo. Un tendido de angelito, más que una tragedia, es una tradición”, relató.

Por esa razón, el lamentable suceso era una especie de fiesta. En la serie de fotos recopiladas en el libro, los rostros de los padres, las madres y hermanos son parcos; algunas veces con una ligera intención de sonreír, por muy forzado que parezca.

“Sí había cierta restricción de no llorarles, incluso hay algunos parabienes, cantos u oraciones que dicen: ‘No llores, madre dichosa, que ya tu angelito va al cielo’”.

“Que la familia le llorara impedía que el angelito llegara al Cielo, porque se estaban aferrando a no cumplir la voluntad divina”.

Recordó que durante la realización del libro, en una entrevista una señora le contó de una conocida que tenía un angelito y le lloraba a diario.

Fotografía: Iván Lara González

Y entonces ella decía que lo veía, se le aparecía en las noches“.

“Un día platicó con el sacerdote del pueblo y le dijo que dejara de llorar, pues con las lágrimas se crea un río que impide al angelito cruzar al Cielo”.

Es muy difícil que encontremos una fotografía donde se vea ese dolor, porque sí hay una redención personal y familiar, recalcó. En contraparte de la tristeza, el día del sepelio de los niños también se acompañaba de música y fiesta en los barrios.

Un eco de satisfacción

Para Arnulfo Salazar tras hacer este libro aún le deja preguntas y una reflexión sobre su propia historia y la de su familia.

Yo crecí viendo una foto del angelito que teníamos en casa. Mi mamá siempre hablaba de él. Cada que nos preguntaban que cuántos hermanos éramos yo decía que 13, pero mi mamá decía que 14, ‘yo tuve 14′”.

Autor. Arnulfo Salazar, investigador y promotor cultural de Jesús María, Jalisco. Fotografía: Iván Lara González

“En su momento no me hacía eco. Cuando hago esta investigación empiezo a entender la emocionalidad de la fotografía y todos los significados: la esperanza, la devoción, el amor y sufrimiento”.

“Eso me deja con mucho respeto hacia la expresión y la gente”.

Hay un pesar que aún queda en el promotor cultural: la tristeza de pensar cuántas lágrimas no se lloraron por un hijo perdido.

“Esas que se quedaron guardadas y digo ¿a dónde van esas lágrimas?, seguramente existieron“.

Génesis de la tradición alteña

El promotor cultural comentó que es posible que el Velorio de Angelitos date de una tradición árabe que se popularizó en España durante la conquista musulmana.

Misma que se heredó a lo largo de los siglos a los cristianos mozárabes y luego se expandió por el territorio americano durante la colonización española como parte de la liturgia católica.

Dijo que dichos tendidos dejaron de hacerse en la segunda mitad del siglo XX, cuando la mortalidad infantil bajó debido a la implementación de vacunas y mejores sistemas de salud. Pero ésta sobrevivió hasta 1990 en Los Altos, aunque actualmente está en desuso.

Aún así, dijo, hay quienes en las salas de sus casas o en el cajón de los recuerdos tienen la foto de los últimos momentos de un hermano, tío, primo o hijo que perdió la vida.

Hay quienes dicen que ese angelito es un puente con Dios, pues aunque no lo consideran como santo, sí lo piensan como un alma que puede interceder entre la familia y el Creador.

Dichoso de ti angelito fue financiado con apoyo del Programa de Estímulos a la Creación y al Desarrollo Artístico de Jalisco (PECDA), de la Secretaría de Cultura de Jalisco; el gobierno del municipio de Jesús María, la Universidad del Valle de Atemajac (UNIVA), la refaccionaria Agrícola El Chino y la empresa CARSE.

Tiene un costo de 500 pesos y se puede conseguir a través del Facebook del autor: https://www.facebook.com/arnulfo.salazar.14


Fotografías: Iván Lara González

FuenteUniversidad de Guadalajara
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Iván Serrano Jauregui
Reportero de Ciudad Olinka. Ha colaborado en Gaceta UdeG, Kä Volta, Revista Colibrí, El Diario NTR Guadalajara, Radio UNAM y Radio UdeG Ocotlán.