La película Chico no llora, creada por un crew de tapatíos, se filmó en Michoacán, donde se ambientó un contexto de violencia familiar.
El dolor que siente solamente sale cuando escribe en un diario rojo que le regaló su mamá. Su nombre es Chico y no puede llorar.
En Cherán, Michoacán, vive con su padre con quien tiene que lidiar para resistir la violencia que lo envuelve, luego de que su madre falleció.
Esa incapacidad suya de derramar lágrima alguna lo llevará a que se desencadenen situaciones que tendrá que combatir.
Esta historia se narra en el cortometraje de ficción Chico no llora, dirigido por Miguel Valdés.
Y creado por un grupo de estudiantes de la Universidad de Artes Digitales (UAD) con sede en Guadalajara.
“Para mí es una historia más personal, pues durante mucho tiempo tuve este problema”.
“Para mí era muy difícil llorar justamente por muchos prejuicios que yo tenía, para mí era vergonzoso, algo malo, pues al crecer nunca veía a los hombres de mi familia o de mi entorno llorar”.
“Yo pensaba que era algo como normal, pero después me di cuenta que simplemente es una forma como de reprimir estas emociones por miedo a expresar vulnerabilidad“.
Esto lo comparte Miguel Valdés, creador de esta historia quien también es originario de Cherán.
Su amor al cine lo llevó a estudiarlo en la capital de Jalisco y, de paso, materializar su experiencia propia en un cortometraje con el que además culminará su carrera universitaria.
A pocas semanas de egresar de la UAD, éste, su segundo filme, saldrá a la luz para comenzar el proceso de llevarlo a festivales para exponer su arte y el de sus compañeros.
Esto, ante el público en general en festivales de cine y también para la gente de Cherán.
La necesidad de contar las historias de Cherán, localidad purépecha
Para Miguel Valdés hay gran valor en que el mundo escuche las historias de su pueblo al que tanto ama, cuya herencia es purépecha y el arrojo de su gente la llevó a ser una localidad que posee un autogobierno en México.
“Para mí era importante hacerlo en Cherán, mi primer proyecto fue un documental que hice con el mismo crew de Chico no llora, que se llamó La tierra llama“.
“Uno de los retos más grandes es que Cherán no tiene una infraestructura para hacer cine”.
“Es un pueblo que se autogobierna y tiene muchas historias y ha hecho muchas películas, pero siempre desde una mirada externa, siempre son extranjeros que van a hacer historias, pero no muchas veces se hacen historias de gente de ahí”.
El joven cineasta recuerda que La tierra llama fue proyectado en festivales de cine como el Internacional de Morelia (FICM), el de Zanate de Colima y Shorts México.
Y que ahora, con Chico no llora, la gente repitió el entusiasmo de participar activamente en la realización del filme.
“Llevamos un equipo de 20 personas desde Guadalajara a este pueblo para que pasaran cinco días, bajo el frío”.
“Porque aparte Cherán es una comunidad muy fría por todo el monte y cerro que lo rodea”.
“Pudimos involucrar a la gente de la comunidad, tuvimos apoyo del gobierno de ahí, involucrar a la gente como extras, como staff, fue algo muy bonito”.
A decir del apoyo, la gente les ayudó con comida, convertirse extras, y hasta en conseguir un ataúd para la grabación.
“Fue por la gente que fue posible esta película”, dice satisfecho Miguel al saber que se completó la ardua labor de hacer cine independiente y en una comunidad indígena, su hogar.
Su emoción por contar las historias de su tierra está impresa en su voz durante toda la entrevista telefónica. Parece ser que eso seguirá siendo una constante en su carrera.
Fotografías: Producción de Chico no llora