Poster de los Rucos de la Terraza


Inesperadamente llega una invitación por Facebook para escuchar el nuevo disco de Los Rucos de la Terraza, a ocho meses de su anexo voluntario indefinido; un cuarto álbum que tiene por título Maquetas Perdidas. “Estaremos en una azotea, así es que por favor, no te avientes a la calle desde las alturas”, concluye la invitación.

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La presentación del nuevo disco es en una azotea, o terraza, cubierta a la mitad por un tejabán de lámina que seguramente la lluvia hace repiquetear, gota a gota, de manera escandalosa. Pero, aunque el cielo amenazaba con caerse una cuadra antes de llegar a Independencia 761, no llueve esta noche.

Las nubes grises se van alejando y en su lugar, sobre el Centro tapatío, se asoman nubes blancas, finas, como desgarrándose, dejando apreciar algunas estrellas. El cielo está despejado. 

El clima es templado, la noche es cómoda. Un par de semanas atrás, a esa misma hora, seguramente el aire estaría como detenido y el calor como abrazando todo, bochornoso, pero las primeras lluvias, a finales de junio, han disipado la sensación más calurosa que muchos tapatíos juraron haber sufrido en su vida, en este 2023. 

En un muro, hay una pintura de un mariachi sonorizando una borrachera. Abajo, un mueble alargado, con unos cuatro cajones de altura, sobre donde reposa un viejo televisor gris, un puñado de libros que a simple vista parecen tomos clásicos, y una laptop conectada a una bocina: el equipo de audio que reproduce la banda sonora de esa noche.

Es música que además de ambientar el momento, parece que va narrando los sucesos de la noche.

Siento que me estoy muriendo muy adentro de este bar, necesito una cerveza y un toque pa’despertar / Yo quiero verte tirado, en estado de ebriedad, ojalá de tanto alcohol revientes al vomitar…

Sobre otro muro, de espaldas a los hombres que están ante una barra hecha con tarimas de madera, hay un letrero, como si se tratara de uno vial que te indica el camino o la población a la que vas llegando cuando viajas en la carretera, pero en lugar de verde es naranja y dice “La Katacumbia”.

Sobre la barra hay posters blancos con el diseño de un pollo crucificado en cuya base se lee “Obscenidad y vicio”, y tienen firmas de los integrantes de la banda que esta noche, entre amigos, conocidos y fieles seguidores, presentan una serie de canciones inéditas, unos ocho meses después del que fuera su último concierto en el Foro Independencia.

Neto presume, más tarde, el póster que pidió con dedicatorias para Joss, quien no asistió a la fiesta; firmas y dibujos de penes con tinta negra indeleble. “Joss: eres como un cielo lleno de estrellas. Lamento ser un puto drogadicto”, reza una de las frases. 

Mi vida era un agujero muy profundo y muy negro, inhalaba cocaína y fumaba veneno, mucha gente por el barrio ya me saca la vuelta, dicen que soy drogadicto pero a mí no me afecta…

Poco a poco se va llenando el lugar, y entre asientos improvisados y unas hojas de madera recargadas en el otro extremo de la terraza, se va esparciendo el humo del cigarro y la mota, entre el sonido de las latas de cerveza abriéndose.

Hay un murmullo, porque la masa de personas se ha separado en grupos, y cada cual trae su asunto, aunque por momentos se unen sus voces para cantar frases de las canciones que van sonando.

Los pies de los asistentes se mueven arriba y abajo, rítmicamente, con botas, tenis o huaraches, algunos peculiares como los que Pablo Favela (guitarrista) calza esta noche, unos chuck taylor rotos por los que se asoman sus dedos; cabezas humanas asintiendo, en movimiento, con cabelleras largas, rapadas, teñidas, con mohicanas. 

Foto del Facebook de Los Rucos de la Terraza

Unos 15 años atrás, quizás, se podría hablar de tribus urbanas, de personas clasificadas según sus vestimentas y sus gustos musicales, todos de la mano del rock, pero ahora no lo sabes con exactitud, hasta se piensa ocioso hacerlo, sólo concluyes en que son sobrevivientes de algo.

A lo mejor son sobrevivientes, en resistencia, del sistema, de la carga laboral, de las desigualdades sociales, de los problemas familiares, de la vida misma. Trasnochados que encuentran en la música un refugio.

No encuentras mejor manera de describirlos que repensando la canción que suena en ese momento, como si se tratara de un pase de lista. “De nosotros no van a estar hablando, pinches Rucos de la Terraza”, ironizo con Cris.

Puro vato loco, puro delincuente, puro piratota, puro bueno diente, puro desgraciado, puro malandrín, puro que en la fiesta se trinca machín…

Antes, Siddhartha (vocalista) había confesado, en una charla, que pensaron en disfrazarse y pintarse para la ocasión, pero como no iban a tocar, creyeron que se verían “muy pendejos” y se fueron como mortales. Entre el público, andan también Masturberto (tecladista), Pablito (bajista) y El Arqui (baterista), cotorreando con los invitados y expectantes de conocer el resultado final de sus nuevas producciones. 

De pronto se interrumpe la música, Los Rucos de la Terraza dicen un breve preámbulo y luego reproducen sus canciones inéditas, objetivo de la fiesta.

Las once nuevas canciones, reunidas en el material llamado Maquetas Perdidas, comienzan a sonar y llenar la atmósfera de un sonido estridente, crudo, recio, muy rockero.

Los silencios que unen las rolas se prestan para comentarlas entre la bola que fuimos, donde también están el Maro y el Noel, confirmar que las canciones están potentes y guarras, con voces rasposas, teclados entre psicodélicos y tenebrosos. Aunque, como sello de la casa, no faltan las cumbias. 

Todo estaba tranquis y ahora me quiero alebrestar, préndete el primero pa’no morirnos sin loquear, siento que me ajeran y si me paro voy a tronar, ahí viene la voladora y ahora no te la voy a fiar…

Portada del disco Maquetas Perdidas

Una semana después de la fiesta, Siddhartha comparte un mensaje por Facebook con la descripción del nuevo álbum, en el que al menos una vez los integrantes toman el micrófono y “dicen lo que tienen que decir” como quienes, añade, suben a la tribuna de un anexo.

Describe las canciones como “rabiosas y enfermas”, diseñadas para escucharse a todo volumen y “con alcohol en las venas”.

“Dedicamos estas once canciones a todos aquellos que necesitan del exceso y del caos para seguir viviendo, a quienes desconfían de los optimistas, a quienes están hartos y a los que se creen vencidos”.

Bajo ese sonido, en la fiesta, de pronto te hayas sometido y enganchado por las canciones, pensando en la posibilidad de escuchar el disco en vivo, mezclado con las antiguas canciones y, por supuesto, tratas de imaginar el show, con los músicos disfrazados, los nuevos rituales que puede haber y los mismos escupitajos del público.

Tratas también de encontrarle cabida a las frases existenciales de las canciones en un resquicio de tu vida, como una bocanada para seguir resistiendo. Pero ante ese aire que se vuelve más denso con el humo y el sudor, y pasos de cumbia en una noche de rock, lo más atinado es ir por unos tacos para bajar avión


Fotos: Jonathan Bañuelos y Facebook de Los Rucos de la Terraza.

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Jonathan Bañuelos
Reportero de Ciudad Olinka. Ha trabajado para NTR, Mural, Más por Más GDL, La Jornada Jalisco y Radio UdeG Ocotlán.