La escritora Elba Gómez Orozco se encargó de retratar las tradicionales formas de comunicarse en la región de los Altos de Jalisco, en su libro Clavos de olor.
Ahí ella buscó exponer la historia y de hacer un recorrido lingüístico de esta parte del estado.
Esta antología es constituida por 13 relatos, que corresponden a 13 décadas, desde finales del siglo XIX hasta este siglo XXI. Y se puede descargar aquí.
En ellos, Gómez Orozco toma problemáticas sociales, políticas y religiosas, con las que muestra los cambios en la forma de hablar de los alteños, frases proverbiales, y particulares acepciones de la realidad, con los clavos de olor como el hilo conductor.
Para Ciudad Olinka, la escritora Elba Gómez Orozco, respondió algunas preguntas, desde la relevancia de los Altos de Jalisco, lo que busca mostrar con su obra, y su experiencia al escribirla.
Ciudad Olinka (CO): ¿Qué hace especial a los Altos de Jalisco?
Elba Gómez (EG): La región de los Altos de Jalisco es como todas las regiones de todas las partes del mundo, simple y sencillamente que a veces queremos dar a conocer sus peculiaridades.
En estas peculiaridades resultan historias que son las que yo quiero contar.
Digamos, te voy a poner un ejemplo, ¿Cómo fue que se vivió en 1947 el brote de la fiebre aftosa?, yo en uno de los textos abordo ese tema, como es que lo vivieron los habitantes de la región de los Altos.
Otro tema importante de la región es la Revolución Cristera, esa época, entre 1926 y 1929, aquí en Tepatitlán fue uno de los lugares donde se concentró la mayor parte de los movimientos, hubo la batalla quizás más importante de esa gesta.
También se esta tratando desde un punto de vista histórico, porque en el material tiene rigor histórico y cronológico.
La parte importante de los Altos de Jalisco es tratar de hacer un retrato lo más fiel posible del alteño promedio que ha vivido en esta región.
¿Cómo ha sido el cambio de las formas de hablar en los Altos, con el paso de los años?
(EG): Para mayor ejemplificación puedo leer un párrafo, un diálogo de lo que se llevaba a cabo en 1896.
“Inseguros, sorprendidos por la presencia de las aves, y alumbrados con una altea de ocote, repasaron el plan. A ver si no se echó ya la vieja tenamastona. SIenten que hiede a rancio o a cuerno. ¿No estaremos difuntos muertos?”.
“Pueque los tecolotes ya nos anden zopiloteando, y a mí nomás no me espantan ni con el petate del muerto. Creo que la que quiere petate es otra. A lo que hiede es a hierba quemada, afiguro que alguna cristiana está echando cubazos de Santa María”.
“Pero no por eso, cubazos vamos a echarle a la mojina de la Tefana”…
Ahora voy a leer un cuento, un texto que escribí en primera persona, con el lenguaje más o menos de 1947.
“El que se casa es cabrón, el que se muere es difunto y el que es pobre es todo junto: pobre, cabrón y difunto”.
“Eso me lo dijo mi padre, y yo muy valiente eché su refrán en costal agujerado. No cabe duda que no hay más valor que el de un tonto”.
“A confianza del pariente te doy el consejo, no le busques chiches a las culebras, hazle caso a tu tío el Pablo. No te cases, deja que se enfríe la calentura, no dejes camino real, por andar una vereda, el que juega con lumbre se chamusca”…
Es la manera de hablar del alteño varón, que siempre ha basado su conversación en dichos, refranes o sentencias, que es la manera de comunicarse de un alteño y utiliza un lenguaje muy duro, muy fuerte.
Ahora leeré una conversación, esto que está situado en 2021.
“¿Qué pedo? No mames, a donde se fueron todos los pinches bagres, me cae de a madres que va a ser neta”.
“Eh güey, pregúntale a todos los que pusieron sus granjas de pescado, neta, más que pasarse de lanza se pasaron de verga. Ni uno, ni pa’ remedio. Con tantas gansa que traía de pescado en penca, ni pedo, me la pelo, neta, culerísimos”.
“¿Qué pex con ustedes? Ni amarradores, ni rederos, y menos pescadores son ustedes, caciques es lo que son”.
“Por no comprar el pescado nos vamos a quedar sin tragar todos, pinches codos, parecen de la capilla. Ustedes no compran un plátano por no tirar la cáscara, ni compran una paleta por no tirar el palito, me emputan un chingamadral”.
¿Por qué el título “Clavos de olor”?
(EG): Desde cuando nos trajeron los españoles los clavos de olor y los conocimos en la región, le hemos dado varios usos. Son infinidad de usos: para la comida, para temas esotéricos, como medicina, de muchísimas maneras.
Entonces quise que ese fuera el hilo conductor precisamente, por el hecho de que tiene tantísimos usos, y que digamos fue la panacea para los alteños el descubrir que tenía tantísimos usos.
¿Se ha diluido el lenguaje con el pasar de las generaciones?
(EG): El lenguaje es un ente vivo que se va allegando de muchas palabras. Todos los hablantes comienzan a decir una frase y a decir algo, y el lenguaje lo va acumulando. Entonces se desechan unas, otras quedan.
Las frases proverbiales esas siempre van a existir. Una frase proverbial es “no dejes camino real por tomar una vereda”.
Esa es una frase proverbial que todavía se escucha, si no en esa acepción, en otra. Es lo mismo que te dicen: “no dejes lo de más calidad por lo corriente”.
Los neologismos; también en las paremias. Las paremias son todos los dichos, refranes, sentencias, aforismos, entonces hay nuevas, hay muy nuevas, pero hay otras, que son las viejas que se van quedando, y ya casi nadie las dice.
La que son nuevas se van integrando, y es posible que no perviva. Por ejemplo, una frase que se decía por el año 2000, 2010, ya no la encuentras, y ya no la escuchas tan fácilmente como ahora.
¿Qué otras frases proverbiales hay en esta región?
(EG): Frases proverbiales son las que dejan alguna enseñanza.
“Agua pasada no mueve molino”, “cuando te toca aunque te quites, cuando no te toca, aunque te pongas”; “candil de la calle, oscuridad de tu casa”; “arriero somos, y en el camino andamos”.
Otras que muy conocidas: “después de la tempestad, viene la calma”; “el que mucho se despide, pocas ganas tiene de irse”; “el que con fuego juega, se quema”; “el que dice la verdad no peca pero incomoda”; “el que no sabe es como el que no ve”.
Todas esas son frases proverbiales, de las cuales algunas están en el texto de Clavos de olor, ¿por qué?, porque el alteño promedio, escucha mucho y utiliza mucho esa forma de comunicarse.
¿Hubo algún tema complicado de desarrollar?
(EG): Clavos de olor, el que da nombre a la antología, que trata sobre la muerte de mi abuelo.
Ese sí me costó trabajo por el hecho de retratar ahí, de tratar de poner la imagen de los hijos, que mi abuela había muerto cinco meses antes, que dejaron hijos chiquitos y desamparados.
Entonces para mí fue muy difícil, pero al fin y al cabo pues catártico también. Este texto nació a partir de que quería compartir el corrido que le compusieron a mi abuelo, uno de los dos corridos, entonces esta era una de las maneras de darlo a conocer.
Otro también, no precisamente trabajoso, pero sí la intención de que se conozca el hecho de que una tradición ya se perdió, los funerales de un angelito, de cuando se morían los bebés antes, ese está situado en 1970 más o menos, entonces fueron de las últimas personas que cantaron a un angelito cuando lo iban a sepultar.
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Trato de poner usos y costumbres de cada década, y precisamente hay un cántico que tengo en mis archivos, que lo puse ahí para preservar, y aparte de preservar, que la gente conozca cómo eran esos rituales.
¿Cómo definir el proceso, y la conclusión de este proyecto literario?
(EG): Mientras estás escribiendo estás en el limbo, porque es un ir y venir, porque es estar echando mano de toda la investigación, porque cada línea que escribo, debo de tener la seguridad de lo que estoy diciendo.
Es mucho trabajo, pero en ese momento, todo ese lapso yo estoy así como, no puedo decir poseída, pero sí en el limbo, porque es un tiempo, es un lapso que pueden pasar meses mientras no termino un trabajo.
Dejo descansar un poquito y comienzo otro, porque yo no soy de las personas que escriben rápido, cada texto me lleva mucho tiempo, porque es luego revisar que tenga ese vigor, y aparte necesito tallerearlo yo misma.
Y ya en sus manos, ¿el libro terminó siendo lo que esperaba?
(EG): Sí, exactamente, terminó siendo lo que yo esperaba. Estoy muy contenta de ello, porque sí fue mucho trabajo.
Es bastante trabajo hacer un libro, y estar en el proceso de mandar a imprimir, que la maquetación, que el diseño, estuve muy involucrada en todo eso.
Entonces me lo entregaron y obviamente estoy muy satisfecha.
Para conseguir el libro:
El libro se puede conseguir en el Museo Municipal de Tepatitlán.
Si se desea un envío del texto, la autora del material está dispuesta a contactarse con quien tenga el interés de adquirirlo, a través de sus redes sociales: en Facebook y Twitter e Instagram como Elba Gómez Orozco.
O vía whatsapp, a través de su número: 3789064530.