Fue 1893 cuando se construyó el Centro Cultural el Refugio de San Pedro Tlaquepaque. Este edificio es uno de los más emblemáticos del municipio, con su diseño clásico colonial y sus leyendas.
El mítico lugar fue levantado con el objetivo de contar con un nosocomio y, también, se le construyó una capilla al cual poder acudir en búsqueda de tranquilidad o necesidad.
Hasta mayo de 1979 el Refugio fue utilizado para atender a miles de pacientes, para después ser el centro de exposiciones artísticas y festivales que hoy conocemos.
Repleto de historias añejas, de leyendas, éstas surgieron de aquellos pacientes que eran ingresados por afecciones psiquiátricas, apartados de la sociedad por su bien, pero en algunos casos, en contra de su voluntad.
Lo que hoy es el centro Cultural el Refugio era dirigido por monjas y médicos; un sitio donde había peligros, injusticias y lamentos en sus pasillos y habitaciones.
Amplios jardines, pasillos que parecen infinitos, recovecos oscuros, decenas de habitaciones y extensas escaleras forman esta edificación, donde las clases sociales de Tlaquepaque, o de otras partes de México, coincidían al entrar en sus gigantescas puertas.
En el Refugio hoy se escuchan leyendas, sucesos que a través de representaciones teatrales y recorridos atraen a sus visitantes ávidos de divertirse o de un vivir un buen susto.
Una monja se aparece en El Refugio
De entre los muros del Centro Cultural El Refugio historias trágicas se cuentan, mismas que logran recrearse a altas horas de la noche en sus tradicionales recorridos.
Se cuentan historias de pacientes que eran internados, porque se creía que algo incomprensible los orillaba a la desesperación y a alejarse de su realidad, tal vez fuerzas del más allá.
Pero también, historias de aquellos personajes que recibían a los enfermos, como el caso de la Monja del Refugio.
Luego de ser un espacio donde las monjas atendían a sus pacientes, pareciera que hasta hoy no lo han abandonado del todo.
En pasillos, en las azoteas o en la capilla, se cuenta que una monja aún camina, una que hoy recuerdan aquellos que dicen haberla visto. O incluso que llegaron a escuchar sus palabras.
Se dice que esta monja provocó la muerte de pacientes: de mujeres en labor de parto o de personas que esperaban terminar con sus enfermedades, luego de que ella los matara de un susto o evitara darles sus medicamentos.
Cuenta la leyenda que la famosa Monja del Refugio tampoco ayudaba a quienes tenían algún problema mental y, por el contrario, cometía un sin fin de vejaciones a estos pacientes.
Hoy se dice que este ser aún deambula por el Centro Cultural el Refugio.
Alguien ríe, ¿escuchas?
Desde la entrada principal del Centro Cultural el Refugio, entre los pasillos y las habitaciones, se dice que notan la presencia de una niña pequeña.
Luego de haberla visto, dos mujeres fueron a buscarla, pues les generó curiosidad que esta pequeña anduviera sola en el lugar.
Ambas mujeres revisaron todos los rincones del entonces hospital, pero no consiguieron encontrar rastro alguno de lo que parecía ser una niña pequeña recorriendo esta vieja construcción.
Una descubrimiento lleno de misterio
Fue un hallazgo inesperado y enigmático el de unos albañiles dentro del Refugio; es una historia llena de terror.
Cuando trabajaban en la zona del cineforo del hoy centro cultural, encontraron algo que les pareció un tesoro, pero que en realidad no lo era.
Se trataba de una base, como una fuente, misma que hoy está en uno de los patios del Refugio, visible a los visitantes.
El descubrimiento provocó asombro entre los trabajadores, cuando, al levantarlo, se toparon con los restos de una mujer, aparentemente de una monja, que abrazaba al cadáver de un bebé. Hasta hoy no se sabe cómo terminó ahí.
Estas son algunas leyendas que se cuentan en el Centro Cultural el Refugio a través de sus recorridos, lo que es una muestra de la riqueza histórica de este edificio emblemático.
Luego del retorno a estos recorridos nocturnos en el Festival de Día de Muertos de San Pedro Tlaquepaque, se busca que regresen a sus presentaciones semanales, para seguir asustando a quienes se atrevan a apreciarlas.
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