Fotografía: Club La Labor Vieja Chicago

Al llegar el mes de noviembre vienen también las leyendas, indispensables para la tradición mexicana del Día de Muertos.

En el municipio de Ocotlán existen leyendas que se han contado de generación a generación, unas con partes que apenas existieron y otras que ya omiten importantes certezas.

En la actualidad las personas que perduran estas leyendas son pocas; sin embargo, hay quienes las cuentan lo hacen con ahínco y con la esperanza de que estas permanezcan por más tiempo.

Uno de los cronistas de Ocotlán, interesado en conservar las raíces culturales del municipio, es Don Javier de la Cruz, quien durante los días previos al 2 de noviembre es guía de los recorridos de leyendas por el panteón municipal de Ocotlán.

Para que estas historias se sigan contando y no queden en el olvido, cualquier persona que quiera aprenderlas puede acercarse a él, ya que considera que las leyendas son parte de la historia de Ocotlán y deben seguir compartiéndose.

Él nos comparte la leyenda del Viejo de la Carroza, que, como todas, es un relato que transita de boca a en boca, integrado con partes verdaderas y otras de fantasía.


🎧 Escucha la siguiente leyenda de Ocotlán:


Voz
: Javier de la Cruz.
Producción: Myzrahym Arredondo.


La promesa de un amor

Esto sucedió en una comunidad muy cercana que se llama La Labor Vieja.

Resulta que una pareja de jóvenes decidió casarse y entonces en ese momento de algarabía y de una gran belleza por el amor que los unía, el muchacho le dijo:

Me voy a ir a Estados Unidos un año y en ese año voy a trabajar y traer dinero para para que nos casemos”.

El muchacho se fue, allá tenía familiares y le fue muy bien; ganó muy buen dinero, al grado que decidió adelantar un mes su regreso, para ayudar a su amada en los preparativos de la boda.

Ella ya tenía su vestido y muchas cosas más, porque le seguía mandando el dinero y se sentía muy feliz.

Un día, él empezó a sentir algo extraño y le dieron ganas de llamarla y de decirle “si algo nos pasara…”; pero ella le respondió renuente a la idea: “no, no, no, ni me digas nada, no quiero saber nada nada de eso”.

Todavía no se venía de Estados Unidos cuando tuvo un accidente allá y su vehículo chocó contra unas personas que venían en alto grado de ebriedad; él falleció.

De regreso a México

Cuando el joven muere en Estados Unidos, sus familiares hacen los trámites para enviar sus restos por avión a Jalisco.

La familia ya tenía todo listo y contratan a la Funeraria Pérez Durán, que estaba aquí en Ocotlán, ahí por la calle de Hidalgo entre reforma y Zaragoza, en donde actualmente es un estacionamiento muy grande.

El encargado de recoger los restos fue un señor de edad que manejaba la carroza, solamente a él se la confiaban.

Él va al aeropuerto de Guadalajara y recibe los restos, los sube a la carroza. Uno de los familiares se quería venir al pueblo de la Labor Viejo con él en el vehículo, pero el chofer le dijo “no aquí no se puede subir nadie, yo tengo que llevar esto y voy a entregar el cuerpo muy bien“.

Una misteriosa ayuda

Ya en el camino, la carroza estaba a un kilómetro y medio o dos kilómetros de llegar a La Labor Vieja, cuando de pronto se le poncha una llanta.

En ese tiempo era una brecha para llegar al pueblo, no era carretera.

El hombre se baja a sacar la llanta de refacción y empieza a querer quitar las tuercas de los birlos, pero eran muy duras y como él ya estaba viejo, pues ya no pudo darle vuelta.

De pronto vio que venía un joven en un caballo y le dijo “¿qué le pasa, señor?”.

“Pues fíjate que no puedo sacar las tuercas de los birlos”, le responde el chofer.

Plaza de Ocotlán
Plaza de Ocotlán. Fotografía: Iván Serrano Jauregui

Y le dice, “permítame, deje le ayudo”. Dicho hombre del caballo aprovecha para preguntarle al chofer:

“¿Es fulanito este muchacho que viene de Estados Unidos? A mí me tocó conocerlo. ¡Qué bárbaro, aquí todo el mundo estamos de duelo“.

Después de que el sujeto le quitó las tuercas de los birlos cambió la llanta y le dijo “pues aquí está, vaya usted a llevar ahorita el cuerpo, por ahí nos vemos al rato“. Dicho hombre se monta en su caballo y el chofer se va en su carroza.

El arribo al pueblo

Cuando el chofer de la funeraria llega a donde era el velorio la gente recibe con llanto al cuerpo del joven.

Cuando abrieron la tapa del ataúd aquel señor de la funeraria ya se iba para atrás.

Se sorprendió muchísimo porque el muerto que estaba allí fue el muchacho que le ayudó a quitarle las tuercas a los birlos de la carroza.

Se enmudeció y en ese momento siente una mano que se le posa sobre su hombro, él voltea y al voltear ve que es el muerto.

La gente no lo veía, solamente él y entonces se sorprende mucho. El fantasma le dice que guarde silencio y lo llama hacia la parte de la calle.

Ahí le dice que no se asuste, que sí es él.

“Yo tenía oportunidad de hablar con una sola persona, y de alguna manera, yo esperaba hablar ya fuera con mi novia o con mi mamá”.

“Pero cuando vi que le pasa esto en la carretera entonces quise ayudarlo, no me podía ir así, yo quería asistir a mi funeral y me dieron permiso de asistir, pero sin que nadie me viera, solo usted”, contó el espectro.

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Crista Myzrahym Arredondo
Reportera de Ciudad Olinka. Estudió Periodismo en CUCiénega de la UdeG.