Por Víctor Manuel Villalvazo López, Pedro Figueroa Bautista, Gerardo Cruz Sandoval y Pedro Luis Carrillo Aréchiga, para Letra Fría


En el ejido Lagunillas de Macoaca, en Cuautitlán de García Barragán, se colecta un tubérculo comestible llamado comúnmente camote de cerro (Dioscorea spp.), que no solo se recolecta como alimento, sino también con fines medicinales y comerciales.

Esta práctica se lleva a cabo en estos ejidos de julio a diciembre, que es cuando el producto está listo para su cosecha.

La colecta no es fácil debido a que se tienen que hacer excavaciones de hasta de 1.50 metros para poder sacar el producto completo y no dañar a la planta.

Considerando también el peligro que representa encontrarse con animales venenosos como alacranes, víboras, arañas.

Asimismo, para que la planta vuelva a producir el siguiente año es necesario dejar unos veinte a treinta centímetros de tubérculo y luego taparlo muy bien para que los jabalíes no lo dañen.

Delicia entre la tierra

Una vez colectado, las dos formas tradicionales de comerlo son cocidos con sal, chile de árbol en polvo y bastante limón.

También cociendo la masa para preparar una especie de atole dulce con piloncillo y canela.

Para poder comerlo le quitan la tierra, lo lavan, lo cuecen en agua con sal y si quieren darle color rosa le ponen hojas de guayabo.

El camote también es comercializado en las orillas de la carretera con precios que oscilan entre 50 y 100 pesos el kilogramo en crudo.

Sin embargo, varios problemas han surgido en el ejido para su organización social y la conservación de la planta.

La planta de la discordia

En una investigación que se lleva a cabo entre estudiantes y profesores del Departamento de Ecología y Recursos Naturales del CUCSur y recolectores de la región se identificó, en una primera fase, factores de riesgo tanto para la conservación de la planta como para la resolución de conflictos sociales.

Por ejemplo, la colecta sin permiso de los dueños se vuelve un problema cuando los recolectores invaden los predios y rompen las hebras de los lienzos (hilos de alambre de acero con púas).

O dejan falsetes abiertos (puertas de varas con alambre de púas), lo que puede ocasionar conflictos sociales en el interior de la comunidad o con regiones vecinas.

Además del coyotaje, o reventa, que se genera con comerciantes que compran el producto a un precio muy bajo para luego revenderlos en las ciudades.

Un tubérculo con potencial

Por otro lado, las buenas prácticas para el manejo de la planta tienen que ver con el cuidado del tubérculo para que pueda producir al siguiente año.

Aunque forma parte del conocimiento ancestral, derivadas de las experiencias campesinas, muchas veces no son respetadas, sobre todo por colectores foráneos lo cual pone en riesgo la sobrevivencia de la planta.

De esta manera es que se requieren algunas acciones para la conservación de la planta de camote y el desarrollo de una organización de colectores y comerciantes de este producto con el fin de tener control sobre la producción, colecta, comercialización y conservación de este recurso. 

Es por eso que el buen manejo de esta y otras especies silvestres podría fortalecer las economías locales y ayudar a afrontar los retos de seguridad alimentaria nacional bajo el enfoque de la revalorización de los recursos locales.


Fotografías: Fermín Garibay

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