Por: Hilda Monraz
Entre 1948 y 1949 las actividades de Amelia “Miss” Bell en presentaciones de fin de ciclo escolar y de año eran constantes y le absorbían buena parte de su trabajo.
Para finales de 1949 Enrique Vizcaíno, padre de dos alumnos de Miss Bell, le propuso filmar uno de sus cuentos para hacer una película.
Así se filmó La casita de dulce, que incluía el desarrollo de un cuento de Miss Bell representado por 125 de sus alumnos del Estudio Amelia Bell.
Fue grabada por Jack Drapper y exhibida el 28 de junio de 1950 en el Cine Colón de Guadalajara. Parecer que no hay copia de la película.
Entre 1950 y 1952 realizó varias obras de beneficencia para el Estado y para la Iglesia Católica. Una de ellas fue la organización de un festival de baile en La Piedad, Michoacán. El dinero recaudado en ese evento se destinó a la construcción de un templo católico.
De 1952 a 1954 dio clases de baile todos los sábados a las niñas Cárdenas Ayala en su casa de Jiquilpan, Michoacán. Con ellas y otras alumnas representó su cuento invernal “Suelos de Rosalía” en diciembre de 1954 en el Teatro Hidalgo de Jiquilpan.
Reconocida por su labor
Los cinco años que van de 1955 a 1960 fueron intensos para Amelia porque le dieron distintos reconocimientos, medallas y diplomas por su labor docente y artística en Jalisco.
En 1959 se le otorgó la medalla honor al mérito “José Clemente Orozco”, que se entrega a jaliscienses destacados.
Si bien, Amelia no nació en Jalisco, para esos años ya había trabajado de manera vigorosa en materia cultural jalisciense.
Colaboró estrechamente con el Gobierno del Estado, organizó escuelas de ballet, dirigió obras en diversos puntos del país e incluso trabajó con el Gobierno Federal.
Todas estas colaboraciones y este trabajo seguramente fue la base para que en la discusión del Congreso del Estado en sesiones de diciembre de 1958 no refutara la idea de darle la medalla jalisciense a Amelia Bell.
La docente recibió la distinción junto con otras destacadas personalidades como la música Consuelito Velázquez, originaria de Zapotlán el Grande o los pintores León Muñiz y Carlos Sthal, entre otras.
Colaboradora de instituciones
De hecho, su trabajo no fue solo con los gobiernos estatales, municipales y federales, sino también y de manera particular con la Iglesia Católica.
Amelia organizó el homenaje al eminentísimo José Garibi Rivera, quien había sido nombrado desde finales de 1958 como primer cardenal de México y lo recibieron al siguiente año en Guadalajara.
Miss Bell “realizó con 150 niñas, los primeros mosaicos gimnásticos que se presentaron en Guadalajara con mensajes y saludos para El Cardenal, terminando con una hermosa y monumental alegoría que representaba una cruz”.
Esto es un testimonio dentro del libro de Guadalupe Gálvez Mejorada. Es decir, innovó en formas de presentación artísticas y gimnásticas que tenían que ver con homenajes religiosos y cívicos.
De manera que el trabajo de Amelia fue diverso, aunque siempre lo adaptó a las necesidades de las instituciones y las personas con las que colaboró.
Un legado vivo en Jalisco
La educación dancística y física que impartió Amelia se vinculó con los programas educativos que estaban vigentes. Ella trabajó con los gobiernos y en los espacios públicos, pero también con los colegios particulares.
Así, se puede explicar que el trabajo de Amelia como maestra de educación física le haya permitido participar en los desfiles cívico-deportivo-militares del 20 de noviembre.
Todo este trabajo fue parte de su práctica docente, aunque lo hiciera como labor que le pedían en los colegios donde trabajó, en las escuelas donde fundó grupos de ballet o en los festivales que organizó.
Así, su práctica docente fue histórica; es decir, cambiante y dependiente de su contexto. Afortunadamente aún queda mucho qué estudiar sobre la querida Miss Bell y su legado sigue vivo, particularmente en Jalisco.
Fotografías:archivo Carolina Echavarri/cortesía Hilda Monraz