EntornoErnesto Ayala, quien vive en el oriente de Guadalajara, monta su bicicleta para llegar temprano a la Plaza Tapatía, donde trabaja en el Centro Joyero. 

Toma el mismo camino, sólo que el panorama cambia durante el transcurso del día.

Por la mañana hay menos personas y el ambiente es fresco, mientras que por las noches los edificios ya están iluminados.

Los comercios cierran sus cortinas y la vida nocturna aparece

Ernesto considera que trabaja en una buena ubicación, pues le queda justo en medio de su hogar y de la casa de sus amigos a los que visita con frecuencia. 

También le gusta comprar algo de comer por la zona y hacer amistades.

“Muchos amigos son joyeros y nos encontramos cuando voy a surtir, tengo conocidos como la señora de los tacos o el de las tortas”.

Aunque considera que es una zona segura, el choque social puede ser drástico, pues las personas sin hogar también pululan por la zona.

“Es algo cultural muy fuerte que expresa cómo es la sociedad, puedes encontrar de todo, restaurantes, cafés, pero también puntos de venta de droga o vagabundos que a veces se ponen agresivos”.

Ernesto tiene anécdotas de todo tipo, es de los tapatíos que disfrutan ver la Plaza Tapatía todos los días, sus monumentos, sus edificios, sus andadores.

Él encuentra identidad en este espacio público, se siente identificado como tapatío.

En su origen. Plaza Tapatía, en su inauguración en 1982. Fotografía: del libro “Plaza Tapatía. Monografía Jalisciense”

Ven un proyecto fallido en Plaza Tapatía

La Plaza Tapatía fue inaugurada el 5 de febrero de 1982, con la idea de unir a las “dos Guadalajaras”, la del Oriente con la del Poniente, separadas por la Calzada Independencia.

Y para varios especialistas consultados lleva cuatro décadas de representar un atentado urbanístico, arquitectónico, cultural e histórico.

Para el sociólogo Bogar Armando Escobar Hernández no cumplió su objetivo para lo que fue construida.

Solo fue un “parche urbanístico” que no terminó con siglos de segregación, discriminación, clasismo y racismo que ha caracterizado a la sociedad tapatía.

Cuyo origen data de la fundación de Guadalajara (la cuarta fundación), en 1542, cuando los pobladores de mayores recursos económicos se asentaron en lo que hoy es el Centro Histórico (al Poniente).

Mientras que del Río San Juan de Dios hacia el Oriente se asentaron las personas indígenas y pobres.

“Seguimos viviendo en una Guadalajara bipolar, por así decirlo, en la que seguimos clasificando la importancia y el valor del tapatío de acuerdo a si vive de la Calzada hacia el poniente o hacia el oriente”.

Para el también profesor investigador del Departamento de Geografía del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH), hoy en día las autoridades sólo pretenden “cuidar el decoro” en la zona, y no terminar con la desigualdad.

“A determinada hora empieza a oscurecer y se empieza a desolar la Plaza Tapatía, a aumentar la sensación y el riesgo real de peligro o inseguridad”.

Por ello, sostiene que la Plaza Tapatía sólo fue una obra “faraónica” enfocada más en la imagen exterior que en atender a las colonias cercanas con políticas públicas en materia económica, educativa y de salud.

Funcionalista. Los 11 edificios que integran la Plaza Tapatía son de estilo funcionalista y están conformados por locales comerciales. Al no habitar nadie en el lugar, por las noches el espacio cae en la desolación. Fotografía: Pablo Miranda

Una cicatriz en el Centro tapatío

Juan Madrigal es un aficionado a recopilar información y datos que hablen sobre la historia y evolución urbanística y arquitectónica de Guadalajara.

Para él, la Plaza Tapatía implicó la pérdida de fincas patrimoniales que había en esa zona, aunque para inicios de los años 80 ya había casas abandonadas, bodegas y vecindades.

“Se perdieron 70 mil metros cuadrados, nueve manzanas, y 35 mil eran de propiedad privada”, compartió.

Destaca que, de acuerdo con el libro Plaza Tapatía. Monografía Jalisciense, editado por el Gobierno de Jalisco en 1982, se apostó por el mejoramiento urbano a través de cinco ejes. 

  • Unificar Guadalajara.
  • Conservar los monumentos.
  • Crear un centro cultural y comercial.
  • Mejorar las vialidades con los túneles y estacionamientos subterráneos.
  • Que la gente se apropiara del espacio público, eran los objetivos.

“Hasta la fecha es lo único que se ha logrado, que la gente venga y se siente y tome un helado”.

Mencionó que los edificios que rodean la Plaza Tapatía son de estilo funcionalista con portales de medio punto que remiten a lo colonial y que de éstos hay locales abandonados, símbolo de “inseguridad y una ciudad triste”.

Juan Madrigal expresó que es justo la abundancia de negocios en la zona y la nula habitabilidad la que hace que de noche esta zona sea insegura y que además sea propicia para el trabajo sexual.

Juan Madrigal, especialista en urbanismo e historia de Guadalajara. Fotografía: Pablo Miranda

Una Plaza Tapatía de chile, mole y picadillo

Para Efraín Franco Frías, director del Instituto de Investigaciones Estéticas del Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño (CUAAD), la plaza es “un adefesio” con partes “bonitas y agradables”, pero que carecen de sentido entre sí.

Con edificios de chile, mole y picadillo, y con esculturas que no tienen una unidad temática, un estilo que le dé sentido, unidad, a la identidad”.

Desde la Plaza Fundadores, en la parte trasera del Teatro Degollado, hasta el Museo Cabañas hay una serie de esculturas representativas.

Pero para el experto, esas obras carecen de sentido para los tapatíos.

En este corredor se encuentran la estatua de Beatriz Hernández, obra de Ignacio Garibay Anaya.

Así como el friso de bronce alusivo a la versión oficialista de La Fundación de Guadalajara, y el Escudo de Armas; ambas son obras de Rafael Zamarripa.

También se encuentra La Fuente de los Niños Traviesos, de Miguel Miramontes.

Y en la explanada del Museo Cabañas está La Sala de los Magos y Los Magos Universales, de Alejandro Colunga.

“Si uno empieza a hacer un recorrido simbólico y semiótico de las diferentes esculturas, vemos que es un mazacote”.

“no hay una unidad estética, no hay una unidad temática”.

Añadida apenas en febrero de 2021 se encuentra en esta misma zona la escultura de Francisco Tenamaxtli.

Una obra de Luis Larios que fue traída del histórico Barrio de Analco, donde incluso el pedestal donde estaba sigue vacío.

En su momento vecinos de dicho barrio no estuvieron de acuerdo con el traslado.

Incluso la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco (CEDHJ) se pronunció a favor de ellos.

Efrain Franco mencionó que el movimiento de la obra se hizo de manera “arbitraria, sin inteligencia y sin ninguna visión estética e histórica”.

El icónico monumento a Quetzalcóatl

La mejor escultura desde el punto de vista estético, a decir del experto, es La Inmolación de Quetzalcóatl.

Se trata de un trabajo de Víctor Manuel Contreras “que muchos lo conocen como ‘El Churro’”, pero que poco tiene que ver con la cultura tapatía o jalisciense.

“Porque era un dios, un rey entre los toltecas que luego fue asumido por los aztecas, y difundido en Mesoamérica”.

Pero no en estas tierras; otra vez, una escultura, aunque bella, que no representa lo jalisciense o lo tapatío”.

La escultura principal de esta fuente mide 25 metros de alto, cuenta con cuatro esculturas de 6 metros de altura, sobre una plataforma en forma de rosa de los vientos que marca los puntos cardinales.

Esta es obra es de bronce y la creó del escultor tapatío Víctor Manuel Contreras.

Nunca es tarde para reivindicar la plaza

La Plaza Tapatía, a decir Efraín Franco Frías, podría ser un corredor con actividades culturales al aire libre, como de cuentacuentos, teatro y danza.

“Promover el arte y la cultura, las diferentes expresiones de lo jalisciense, de lo mexicano, ¿no que Guadalajara es la ciudad más mexicana?”.

Insistió que el gobierno municipal y estatal deberían priorizar las políticas públicas en las que se involucren a agentes culturales de la entidad.

En eso coincide el sociólogo Bogar Armando Escobar Hernández, al mencionar que las autoridades deberían consultar a antropólogos.

Pero también hace falta involucrar a historiadores, trabajadores sociales, entre otros, para terminar con las desigualdades de esta zona.

“Sigue la ciudad en espera, después de siglos, para que se haga lo necesario y se pierda la bipolaridad de las dos ciudades”

“Y se convierta en una sola Guadalajara social, económica, políticamente armónica, más homogénea y con menos diferencias vergonzosas”.


Información: Pablo Miranda, Jonathan Bañuelos, Cristina Arana e Iván Serrano Jauregui
Fotografías
: Pablo Miranda e Iván Serrano Jauregui
Postproducción sonora: Cristina Arana

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