Por: Jonathan Bañuelos Pablo Miranda Ramírez


A millones de kilómetros, en algún lugar del espacio, la cola del cometa se desprendía dejando atrás fragmentos de hielo, roca y polvo

En la Tierra, el espectáculo atrajo la atención de un pequeño curioso quien, armado con una cámara, empezó a fotografiar las maravillas del Universo.

Ese pequeño curioso era Gerardo Ramos Larios quien desde entonces no abandonó su fascinación por el espacio y continúa observando y fotografiando el cielo nocturno en búsqueda de estrellas, planetas, nebulosas y galaxias.

Aunque en un principio sólo fotografiaba con una pequeña cámara, ahora este doctor en Ciencias en Física también utiliza telescopios de observatorios para seguir indagando en el cosmos, documentando hallazgos tan grandes como la “muerte” de las novas.

“La astrofotografía básicamente consiste en apuntar la cámara al cielo y hacer exposiciones un poco más largas que las de las fotografías normales”.

El doctor Ramos considera que el avance de la tecnología fue un factor importante para que surgieran más aficionados a fotografiar estrellas y planetas. 

Centinela. El doctor Ramos Larios es investigador del Instituto de Astronomía y Meteorología de la Universidad de Guadalajara y entre sus descubrimientos están los comportamientos de las novas. Fotografía: cortesía

Además de que este tipo de registro no sólo es material artístico, sino que también beneficia a la investigación científica.

Sin embargo, para lograr esas imágenes tan espectaculares es necesario un poco de talento, disciplina, mucha paciencia y el espíritu aventurero de astrofísicos como el doctor Ramos o el de fotógrafos como Alfonso Hernández.

Alfonso Hernández, observador de cielos

Lejos de la ciudad, en la oscuridad de la noche, se puede apreciar la gama de colores que hay en el espacio, comparte el fotógrafo jalisciense Alfonso Hernández

En su galería hay fotos que ha hecho de las galaxias del Triángulo y Andrómeda; de las nebulosas de Orión, de la Flama y la Cabeza de Caballo, y de las Pléyades. 

Con su cámara, lentes, una montura ecuatorial motorizada y una computadora a cuestas, ha emprendido un viaje, descubriendo, aprendiendo, a través de la astrofotografía.  

“Ves la Luna, ves el Sol, ves las estrellas, pero ¿qué hay más allá? ¿Cómo puedes ver más allá de lo que no ves? Imaginando”. 

Bajo esa premisa volteó al cielo una noche en el Nevado de Colima y tomó fotos. 

Los puntos brillantes se revelaron más tarde como un extraordinario y complejo cúmulo de objetos a años luz de distancia.

Ahí empezó su camino. 

Inmenso. La Vía Láctea es sólo un pequeño fragmento capturado en imagen en comparación con la riqueza e inmensidad de las millones de galaxias que se encuentran en el Universo. Fotografía: cortesía Alfonso Hernández.

En la búsqueda del mejor lugar

En Ixtlahuacán del Río, a una hora y media de distancia de Guadalajara, un lugar donde la contaminación lumínica es menor, es donde ha hecho otras de sus fotografías. 

A las 19:30 horas en invierno, dice, el Cinturón de Orión se puede ver a simple vista. Pero fotografiarlo a mano alzada y conseguir una buena imagen, es otra cosa. 

¿La clave? El tiempo. La Tierra sigue rotando, y los instantes que la cámara capture a la velocidad precisa, determinarán que las estrellas no salgan ‘barridas’ o borrosas.

“No necesitamos algo grande para hacer astrofotografía, el tiempo es la barrera a superar. La necesidad de superar el tiempo límite de exposición”.

A partir de ahí comenzó a capacitarse más sobre astronomía. La pandemia en cierto punto lo influyó a motivarse para documentarse, estudiar, a redescubrir la fotografía.

Observador. Con su cámara y demás equipo, “Poncho” ha emprendido un viaje por distintos puntos de Jalisco en busca del mejor sitio para fotografiar estrellas, galaxias y demás objetos que oculta el Universo. Fotografía: cortesía.

Sin darse por vencido

Fue ajustando el proceso de tomar y editar las fotografías. En total, invierte cerca de 10 horas en tener una imagen lista, desde montar su equipo en terreno hasta verla en su pantalla. 

Primero, determina qué va a fotografiar y a qué hora estará disponible ese objeto en lo más alto del cielo, y prosigue con la instalación y alineación de la montura.

Después vienen las pruebas para calcular el tiempo con el que dispone para hacer las capturas, cuántos instantes serán suficientes para atrapar la luz de objetos que están a años luz de distancia.

El proceso de unión de fotos va a tardar aproximadamente la mitad o igual del tiempo que haya tardado en hacer esa foto.

“Se requiere disciplina, es entender la luz de otra manera, estás entendiendo cómo funciona la luz que viene literalmente a años luz de distancia”.

A años luz. La Nebulosa de Orión se encuentra a millones de años luz de la Tierra y desde este planeta los fotógrafos y astrónomos trabajan retratando las características de estos enormes objetos. Fotografía: cortesía Alfonso Hernández.

Maravillarse ante el Universo

Con el redescubrimiento de su capacidad para tomar fotografías y aprender nuevas técnicas, también están los aprendizajes acerca de astronomía y, sobre todo, las preguntas, las reflexiones. 

“Esto me ha hecho más consciente incluso de la misma realidad. Se escucha un poquito exagerado pero te hace más consciente de cómo funciona incluso la Tierra, la luz”.

Convencido, considera que las personas deberían inmiscuirse más en las señales que llegan del espacio, en dejarse envolver por sus misterios y enseñanzas, con una mirada científica.

“Es bueno maravillarse, aunque sea por el mero hecho de pensar que el Universo te escucha”.

“Pero es mejor aún cuando estás consciente de qué es lo que hay en cada constelación, y qué puedes encontrar si pones tu cámara apuntando ahí arriba”.

Evidencia para nuevas generaciones

Hace tres décadas, mientras la sonda espacial Voyager I sobrevolaba Saturno, envió a la Tierra una fotografía que viajó seis mil millones de kilómetros

La imagen retrata un fondo grisáceo con un casi imperceptible punto azul en la oscura inmensidad. Ese pálido punto azul era la Tierra.

Histórico. La imagen “El pálido punto azul” fue tomada por la senda Voyager I hace más de treinta años y en ese entonces la fotografía despertó la curiosidad de la sociedad. Fotografía: NASA

Esa imagen quedó plasmada en la historia, y otras fotografías como las que producen el doctor Gerardo y Alfonso también son evidencia del pasado para nuevas generaciones.

“Por ejemplo, con un cometa se conoce la trayectoria que tendrán en el cielo y es posible ir día con día haciendo un registro fotográfico de los cambios que tiene el cometa.

“Eso es trabajo científico, estás reportando cómo se mueve en el cielo y los cambios que tiene en su cola, si hay un aumento o disminución en su brillo”, explica el astrofísico.

Ramos Larios es investigador en el Instituto de Astronomía y Meteorología de la UdeG. En esa institución es el encargado del observatorio que se encuentra a las afueras de Guadalajara. 

Lejanos. La nebulosa Cabeza de Caballo o Barnard 33 se localiza al Sur del Cinturón de Orión a mil 500 años luz de la Tierra, y es uno de los objetos que la lente del doctor Ramos ha retratado. Fotografía: cortesía Gerardo Ramos.

Entre nebulosas y galaxias

En ese sitio trabaja con equipo especializado que aísla ciertas longitudes de ondas que componen la luz para detectar lo que no ve el ojo humano.

Una vez aplicados estos filtros se observan objetos como nebulosas planetarias, nebulosas Wolf–Rayet y novas.

“La información de gas, polvo y estrellas de una región del cielo es muy vasta e importante y sería imposible hacerlo si no fuera por ese registro que año con año vamos haciendo al tomar imágenes del cielo”.

Al igual que Alfonso y el doctor Gerardo, a lo largo de la historia han existido curiosos que no dejan de observar y fascinarse con el cielo.

Algunos observaron la vida y muerte de estrellas; otros descubrieron planetas lejanos y unos más aún siguen apuntando al cosmos para fotografiar un instante de la inmensidad del Universo.

Majestuosa roseta. A millones de años luz de la Tierra se encuentran zonas del Universo que a pesar de ser sólo rocas, hielo y polvo, muestran una gama de colores que se quedan atrapadas en imágenes. Fotografía: cortesía Gerardo Ramos.

Fotografías: cortesía Gerardo Ramos/Alfonso Hernández/NASA.

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