Durante el siglo XX la homosexualidad mantuvo una presencia discreta en la sociedad tapatía. La Revolución Mexicana aún hacía eco y la imagen del “macho” era la única que se aceptaba en ese entonces.

Esto creó un vacío para aquellos que no encajaban en ese rol: invisibilizándolos, olvidándolos, apartándolos…

En ‘Por ser raritos’: presencia homosexual en Guadalajara durante el siglo XX los investigadores Miguel Vizcarra Dávila y Rogelio Maciel Vázquez dan cuenta de algunos pasajes de la evolución de la población gay en la capital de Jalisco.

Pero también se describen algunas de las problemáticas que este sector enfrentó en un México postrevolucionario.


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Locución: Jonathan Bañuelos
Producción: Pablo Miranda Ramírez


Inicios de un camino difícil

En el artículo se recuerda el episodio del Baile de los 41, un encuentro clandestino en el que hombres bailaban con otros, algunos enfundados en vestidos.

Este hecho, ocurrido en la época porfirista, trascendió sus tiempos y colmó de adjetivos peyorativos a quienes tenían orientación sexual distinta a la heterosexual.

Sobre todo en aquellos alejados del típico canon de “macho mexicano”.

Gracias a ese episodio, ocurrido en la Ciudad de México, se normalizaron los señalamientos homosexuales considerados “femeninos”.

Sin embargo, entre la inmensidad y la diversidad de la capital estos prejuicios se hicieron menos visibles aunque aún presentes, y en algunos estados, como Jalisco, se resistían a aceptar esta condición.

“Mochos, machos y criollos”

En Jalisco, Estado considerado “el más mexicano”, se defendía la idea del hombre “mocho, macho y criollo”,

Es decir, conservador, varonil y orgulloso de no tener orígenes indígenas.

Por ello las personas homosexuales fueron orilladas a ejercer su sexualidad y su vida muchas veces en la clandestinidad, alejada de la opinión pública.

A mediados del siglo pasado esa idea aún estaba arraigada en la sociedad tapatía, que aprovechaba cualquier situación en la que estuvieran involucrados homosexuales para señalarlos de inmorales.

Fue por eso que este sector encontró en los “barrios bajos” un espacio sin prejuicios, alejados de la sociedad tapatía conservadora.

Prejuicios. Algunos medios de comunicación publicaban la opinión de lectores que se oponían a las manifestaciones gay; en la imagen, la carta de un lector a El Informador, junio de 2000.

Seguridad en los “barrios bajos”

Los autores del artículo relatan que el barrio de San Juan de Dios ha sido señalado por la sociedad tapatía como una “zona roja” o de tolerancia.

En ese espacio se instalaron cantinas y bares que servían como lugares de encuentro y ligue entre la población homosexual que se poco a poco empezaba a exigir espacios seguros para congregarse.

A mediados del siglo pasado ellos se mantuvieron en aparente silencio, hasta que los movimientos de 1968 los influyó y encaminó a organizar protestas para exigir sus derechos.

Así fue como se fueron dando los primeros pasos para liberarse de los señalamientos de la sociedad tapatía.

Pequeños pasos hacia la apertura

El artículo de Vizcarra y Maciel, ‘Por ser raritos’: presencia homosexual en Guadalajara durante el siglo XX, fue publicado en 2010.

En el texto se señala que en la década de 1970 a esta “comunidad” (considerada como tal por asumirse como minoría) empezó a visibilizarse más, aunque aún de manera muy discreta.

Posteriormente, e influenciados por la escena mundial, los tapatíos también iniciarían con las icónicas marchas por el orgullo y la diversidad.

Los primeros pasos se dieron a través de manifestaciones que apenas congregaban unos cientos, según la prensa local de ese entonces.

Pero la escena gay también exigía más presencia fundando espacios culturales y artísticos para congregar ideas o abriendo lugares para buscar entretenimiento como cualquier persona.

Fue en esa época cuando se fundaron espacios que posteriormente serían icónicos para la población gay, como el bar Monica’s, en el Oriente de la ciudad.

O convirtiendo a la parte Sur del Centro Histórico como una zona que ofrecía entretenimiento, diversión, y hasta cierto punto tolerancia.

Lucha por visibilizarse

Con el final del siglo XX el movimiento por los derechos de los gays tapatíos apenas lograba visibilizarse en la opinión pública y su presencia ya se percibía en algunos medios de comunicación públicos.

A pesar de ello aún se percibía el rechazo de los gobiernos locales que condicionan los permisos para manifestarse, o el desdén de los líderes de la iglesia católica.

Actualmente Guadalajara suele ser considerada como una ciudad con visible presencia homosexual al igual que Puerto Vallarta, que en ocasiones es más amigable con el turismo gay.

Sin embargo, esa percepción no siempre es sinónimo de seguridad para un grupo poblacional históricamente invisibilizado.


Fotografía: Gabriel Saldana.

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Pablo Miranda Ramírez
Eterno aprendiz de reportero con interés en el Periodismo Científico. Colaboró en medios como El Informador, Radio UdeG Ocotlán, y en la Agencia Informativa Conacyt.