Ya no respiro el aire húmedo de San Pedro, siento que mi nariz y mis pulmones van a explotar. Me siento muy perdido, quiero a mi mama.
Quiero oírla regañarme, aunque sea jalonearme, que sea ella quien me tiene cabeza al piso, que ella me esté lastimado el hombro.
Ya puedo imaginar sus gritos y regaños por haber salido de casa y largarme a caminar como un loco sin destino fijo, con la ilusión de poder buscar una oportunidad de estudiar y llevarse un pisto justo.
Ya no aguantaba la ilusión de comprame unos ‘naikis’ y cargar un iPhone.
Ahora qué va a pensar Kely cuando me vea de nuevo en la plaza vendiendo chicles, no voy a poder andar con ella, no podré impresionarla y hacerla mi esposa. Ya no quiero vender aguas heladas.
No quiero ver más a mi papa con ese uniforme desgastado, esperando que un mara haga de las suyas y él tenga que golpearlo, algún día lo van a matar y yo no quiero estar ahí para verlo.
Yo no quiero ser un mara, ya no quiero que me siga el Juan cada que paso por la esquina de las birras, ya me harté de que me quieran reclutar, que me ofrezcan dinero y que digan que van a ayudar a mi mamita para sus medicinas, yo sé que no me van a dar nada, que solo me ofrecen problemas a cambio de ilusiones.
Saben que soy bueno para la vendedera, que acabo temprano de vender mis aguas, mucho antes que los demás que andan por ahí.
Saben que conozco a todo Sula, que me muevo rápido, que soy como el agua, me escurro.
Quizá por eso me insistían y cuando regrese de esto me van a ir a buscar.
De seguro ya vieron las noticias, ahora todos van a verme como “Mario, el niño que viajó sólo en la caravana”, pero en realidad seré “Mario, el niño que fracasó con su sueño y ahora necesita marmaja”.
No voy a regresar. Allá no hay espacio para mí y mis ganas de crecer.
No voy a regresar, prefiero caminar cientos de kilómetros, prefiero sentir hambre una semana y no toda una vida.
Es más, comida no me ha faltado, la gente ha sido muy buena conmigo. Salí de San Pedro Sula sólo, sin dinero ni ropa y una semana después sigo vivo. Ahora me tienen estos puercos.
Yo creí que en México nos dejarían pasar, para mi el reto era más al norte.
Siempre veía en las noticias cómo sufrían los hermanitos mexicanos en la frontera del norte, siempre los admiré por topar esos retos.
Por eso creí que nos ayudarían a cruzar acá en el sur, pero nada, que ahora la jura nos tiene acorralados, bañados en gas y enfrentándonos amenazantes, violentos. Yo no voy a regresar a Honduras.
Apenas tengo 12 años y no sé bien qué es lo que quiero, pero sí sé qué es lo que no
quiero.
No quiero ser un mara, no voy a ser un mara. No quiero que un policía me golpeé, creo que no debería estar haciéndolo.
Qué gran mierda el proteger la legalidad violando la ley, usando la fuerza de la violencia y olvidando los derechos.
Me van a regresar y no quiero regresar. Una vez escapé de un maje por allá en Las Torres, corrí y me escondí, el muy cerote nunca me alcanzó y creo que él fue el que me puso el dedo para que me reclutaran.
Quizá si corro pueda escapar de ellos y de todos, de la pobreza, del hambre, de la ignorancia, de la muerte. En Honduras uno sufre, ningún niño deberìa sufrir, ni un niño catracho como yo, ni ninguno otro.
Voy a correr, definitivamente voy a correr…
–¡Sal de aquí, niño. Regresa a tu país! ¡Hijoeputa!
Este chepo me está tratando como una bolsa de basura, me quiere enterrar en el piso.
Ni cómo grabar su rostro, el gas me tiene ciego, no paro de toser y tampoco de pensar… ¿cómo voy a escapar de ahí? No voy a regresar, yo sé lo que no quiero, no quiero regresar.
Escucho la bulla de los periodistas, me quieren ayudar pero no me ayudan, nadie me ayuda y este puerco no me suelta.
–¡No pueden estar aquí, váyanse. Váyanse de aquí o van a ir a la cárcel. No
pueden pasar, son ilegales!
¿Ilegal? ilegal que este maje me golpee, que intente detenerme, que quiera borrar mis ilusiones.
Escucho a los periodistas cuchichear mi destino, que me van a encerrar, que me pueden encerrar, que quizá desaparezca.
Ahora mismo quisiera desaparecer y en un momentito estar de nuevo entre tierra y mi mama. Aunque a veces me apunte con la chancla, aunque no tenga que comer y no pueda ir a estudiar.
Eso debería ser ilegal. Entonces, ¿qué significa lo legal, lo justo?, de qué me están intentando hablar. No entiendo nada, no puedo ver mucho, no sé qué pasa, ahora sólo temo.
Es un miedo que ya había sentido, como cuando me chotiaron en el barrio. Fue cuando Joselito, el jefe mara, me acorraló en un callejón cerca del aeropuerto. Me andaba buscando y me quería nomás a mí, porque necesitaba carne fresca, meterme en el anzuelo, un reclutado más.
Me calmé cuando vi llegar a la chepa en su patrulla, pero lo mismo me gané cuando él mismo le ayudó a Joselito a treparme al camión.
Los muy buitres se distrajeron tomando una birria y yo aproveché para correr, con miedo, pero pude huir de esa.
Por eso ando acá, porque ya les siento los pasos, me quieren usar, quieren que sea otro mara más. Por eso no puedo regresar, quiero estar con mi mama pero no debo regresar. Tengo miedo, como aquella vez del Joselito. Tengo miedo y quiero correr.
Ya escuché a los periodistas decir que la policía me va a regresar. El policía ya me
soltó, el muy culo me soltó porque todos lo comenzaron a grabar, de frente lo graban y el por eso me ha soltado, de seguro tiene miedo de que lo vayan a sacar en la tele.
Suerte la mía porque lo alcancé a ver, mala por él porque ya lo vi, que ruegue a su virgencita morena que de grande no lo vuelva a ver porque ahora sí seré un mara.
Poco a poco puedo ver más, mientras en una ambulancia me quitan la tierra y el veneno que me hizo caer al piso. También me sanan los raspones, me dicen que todo va a estar bien, que me quede con ellos, que ellos me van a ayudar.
Qué va, me dan paja y yo sólo pienso en correr. Los periodistas me tienen mareado también, me traen entre pregunta y pregunta, no sé ni qué contestarles ya.
No sé ni cómo llegué acá, sólo sé de mis ganas de estudiar y de ganar la pasta. Qué otra paja les cuento, no entiendo qué quieren saber, qué más quieren que les diga.
Creo que me van a sacar en la tele y todo San Pedro me va a ver. En una de esas hasta me hago famoso y me ayudan a pasar al otro lado.
Pero ahora que lo pienso no tiene cara de quererme ayudar, si no corro ahora, no será nunca. Si no salgo de esta oficina aunque sea como un niño inmigrante, regresaré a ser un niño mara.
No sé lo que quiero pero sí sé lo que no quiero. Voy a correr como aquella vez en la
plaza de San Pedro, ese día que terminé de vender todas las aguas heladas antes del mediodía.
Esa mañana calurosa de mayo que tenía el dinero para comprarle a mi mama un regalo por su día y que el cerote de Ñecu me arrebató.
Ese día corrí como loco, lo seguía entre los jardines y puestos, me movía como una liebre pero aquel cagao parecía ser el viento. Corrí, corrí como nunca y lo empujé en la esquina y cayó frente a unos puestos.
La gente del mercado nos separó, terminé con el ojo morado y un raspón en el hombro. Como el que me hizo el oficial, pero más quedito.
Este chancho me dió con ganas… cómo me dan ganas de ser un mara con él. Ojalá me ayuden a pasar al norte, porque si me dejan en México una paliza le voy a poner a ese chepo. Ya creo saber qué quiero. Ya puedo ver qué quiero y qué no quiero.
Quiero correr porque yo sé qué es lo que no quiero. No quiero ser un mara, no regresaré a Honduras para ser un mara.