En la tradición oral de Lagos de Moreno son famosas las Consejas del Alcalde, un sujeto en el poder que –según cuentan– se caracterizó por dar soluciones ingenuas, disparatadas y absurdas a problemas de cotidianos de la antigua villa.
Son tan inusuales (y casi subnormales) que parecen chiste, pero han tenido gran eco gracias al libro El alcalde de Lagos y otras consejas.
Dicha publicación fue escrita en 1957, por Alfonso de Alba, quien las recopiló las pequeñas historias que tienen como protagonista al alcalde Don Diego Romero.
La del buey que se comió un molesto nopal es una de las consejas que más cuentan los laguenses y va así:
“El nopal… y el buey”
Con los años, otro defecto apareció en la parroquia: un nopal que crecía desafiante en la cornisa del primer cuerpo de la torre derecha.
Otra vez se reunieron los vecinos y hubo serias deliberaciones tendientes a encontrar la manera de cortarlo.
Tras pensar el pro y el contra, se acordó construir un gran andamio de madera que hiciera posible la subida de un buey.
Duraron algunos meses la mayoría de los carpinteros echando “faina” hasta que quedó sólidamente construido.
El día señalado, aprovechando la secas, cuando el ganado se reciente por la falta de pastos, el animal traído desde la Mesa Redonda subió con gran dignidad y acabó con la imprudente cactácea.
Recuerdo cómo al ser contada esta conseja una señora laguense, por un “pica-crestas” conductor del ferrocarril –en el camino de León a Lagos– le pregunto: es cierto señora que pasó esto en Lagos. Y ella, sin aparentar ningún resentimiento, contestó:
–¿Es cierto, señora, que pasó esto en Lagos?
Y ella, sin notar ningún remordimiento contestó:
–Es cierto. Y por más señas aquí traigo un retrato del buey.
Le alargó un espejito redondo de los que obsequian los fabricantes de cigarros Gardenia Chorrito que traía en su bolso.
El curioso hombre del riel se miró en el azogue y luego se retiró con la cola entre las patas.
Don Agustín Rivera se indignaba al escuchar la conseja sobre el buey. En el folleto Reminiscencias del colegio cuenta de una riña en Guadalajara entre Librado moreno, laguense, y Anastasio Gutiérrez “que por poco acaba con una muerte”.
El móvil fue que el segundo dijo a Moreno que en Lagos había tapado un hoyo abriendo otro y que habían hecho subir un buey a la torre para que se comiera un nopal que estaba allí.
El doctor Rivera lanza este exabrupto: “Hay temporadas en que muchos bueyes desearían que todas las torres estuvieran pobladas de nopales nopales”.
Una broma que ha llegado lejos
Ezequiel Hernández Lugo, cronista de Lagos de Moreno, nos compartió una publicación hecha por el periodista Alfredo Hernández Terrés.
Ese texto, publicado el 20 de junio de 1982, cuenta cómo esta broma ha alcanzado las esferas políticas.
Ahí se explica que, como souvenir, se regala una tarjeta con la leyenda, que tiene un pequeño espejo que “evidencia” el retrato del buey de la historia.
“En esa tarjeta hay una pequeña advertencia que dice: No se crea usted de este malévolo cuento (lo del buey que se subió a comer el nopal), porque se expondrá usted a que le digan: ¡ESTE ES EL BUEY DEL CUENTO! y le enseñen el espejito”.
“Esta tarjeta la han recibido, entregada a mano, altos funcionarios del gobierno,
desde Presidentes de la República, hasta modestos recepcionistas y gerentes de grandes
empresas”, escribió Hernández Terrés.
¡Hasta con políticos de Estados Unidos!
En el texto, el periodista cuenta que un diputado por Laredo, Texas, obsequió una de esas tarjetas a su gran amigo Ronald Reagan, entonces presidente de Estados Unidos.
“El señor Reagan, que lee y habla el español muy bien, con ese gran sentido del humor de que siempre ha hecho gala, se rió y festejó la broma diciendo:”
“‘Seguramente este soy yo’, se puso la tarjeta en una de las bolsas del saco y le dijo al amigo: ‘Déjame ver con quien me desquito'”.
“Cuando se le entregó esta tarjeta al profesor Hank González, regente de la Ciudad de México, riendo hizo el siguiente comentario: ‘Está pequeño el espejo y no se me ven los cuernos'”.
“El secretario de Gobernación, Enrique Olivares Santana, rió de buena gana y dijo: “Qué bueno que no traje mis anteojos de ver de cerca”.
“El señor licenciado Miguel Alemán Valdés, expresidente de México, con esa sonrisa tan especial que tiene, externó: “Ya conozco esta bromita, es muy buena”.