Fotografía: Ernesto Aroche

Por Jade Ramírez, para Perimetral

La disociación entre promotores, gestores y agentes culturales con las problemáticas sociales o urgencias del país, ha cobrado notoriedad en últimos doce años. “Sí o sí” urge autonomía cultural.

México transita por una guerra desde hace 14 años y ello, nos ha llevado a experimentar desde donde habitemos, las más aberrantes vivencias y duelos. Dolores sin reparación, siempre.

No ha habido estrategia desde la Cultura que se acerque a un paliativo, siquiera.

La disociación entre la crueldad del día a día con los proyectos de Cultura, la he reclamado y debatido con productores, creadores, especialistas en políticas públicas, rockstars magistrales “de cajón” y encargados de programas académicos: a los culturosos les ha faltado la perspectiva de derechos humanos.

Pero se ha querido, como no: dependiendo del partido en el poder desde los panistas persignados, los priistas de ornato hasta los progresistas “incluyentes”, la administración pública ha intentado cultura de paz, zurcir el tejido social, intervención social y demás nombres rimbombantes. ¿Y? Ni paz, ni dignidad y mal entretenimiento.

Gestión Cultural, el eslabón que no fue…

Nombrar a una gestora cultural para administrar los recursos públicos destinados para el goce de bienes y servicios culturales en Jalisco, era todo un hallazgo y esperanza.

Cuentan los cercanos al gabinete estatal, que no fue Enrique Alfaro quien la eligió, sino Hugo Luna, el jefe de gabinete.

¿Por qué o a recomendación de quién? No lo sabemos, pero lo que sí es que tras la renuncia de Giovanna Jaspersen se abre la coyuntura perfecta para, parafraseando el documental que nos hizo pararnos de pestañas: romperlo todo.

Y por romperlo todo me refiero a romper con la lógica de cómo se decide sobre el sector cultural y quiénes. Sobre todo en Jalisco.

Sabemos que las sillas que administran los recursos públicos en la cultura en estas tierras, son negociadas desde afuera del aparato gubernamental por otro “agente” de mucho poder, el Licenciado culturoso. O al menos él siempre lleva mano.

La coyuntura perfecta

Por eso nunca como antes en Jalisco se ven contrapesos con capacidad de incidir fuera de amistades y cargos heredados.

Ahí está la Red Independiente de Agentes Culturales, compañías consolidadas en las artes escénicas, organizaciones civiles y ni hablar de los hasta cuatro programas académicos formativos en la materia tanto en la UDG como en el ITESO.

Atrás quedaron los ateneos y el club rotario, las señoras copetonas cuyas parejas eran políticos de cúpula y por eso las Yoyis las Corcuera de la Borboña ya quedaron fuera de los cargos; llegamos a tener a una gestora cultural en el cargo máximo de cultura, ¿Eso nos debe decir mucho?

Es evidente que como las feministas que llegan al poder en la estructura de gobierno a administrar falacias, Giovanna se iba a acoplar al jefe y la estructura patriarcal y no al revés. En parte su relato corto que publicó por renuncia, nos lo dejó entrever.

Da lo mismo si nombran a Ricardo Duarte, a Arturo Camacho, a Martín Almadez o a Paquita la del Barrio -nos la ganaron en Veracruz pero siempre tendremos a Lagrimita y Costel-, este es el momento más propicio no para debatir las necesidades de productores y creadores, sino para definir un nuevo paradigma del sector.

¿Una guerrilla cultural?

No sugiero regatear el reconocimiento público y valor de lo que cada trabajo, idea, acción, proyecto o disciplina artística cuesta. Pero si creemos que el problema está solo en eso, ahí, en cómo se reparte el recurso…seguimos disociados y perpetuando un derecho a la cultura convertido en privilegio.

Y este país está colmado de privilegios y pequeños reinos que alejan la posibilidad de vivir con dignidad.

Sí, unas Culturas sin Estado, exacto: y ahí los pueblos indígenas y los movimientos feministas con las articulaciones en resistencia, tienen ramilletes de aprendizajes y lógicas de los cuáles aprender.

¿Exonerar al Estado?

No. Porque la recaudación es claro ahí sigue y seguirá como los problemas sociales. Solo hablo de cuestionarse si se va a pelear y exigir para alcanzar algo o para que alcance para todos y todas.

Y siempre el filtro del sondeo en una esquina -cualquier día a cualquier hora y a cualquier persona-, servirá mucho para saber qué tan lejos estamos de la utopía y cuánto nuestros esfuerzos valen para un carajo:

–¿Cuál ha sido su momento cultural del día?

–No, gracias joven, ahorita no…

Las respuestas pueden ser infinitas como inexistentes o reducirse a una mirada extraña que implique una respuesta silenciosa de ¿Y esta qué o qué?

Así es, hay miles de millones de personas que ni siquiera en su día a día consideran tienen derecho a una cuota de cultura.

Matizando

Bien, si no está preparado el sector para romper con el Estado, entonces ¿Para qué sí se está?
¿Presionar hasta elegir el menos peor administrador o encargada de despacho?
¿Una nueva legislación?
¿Distinta distribución de los recursos?
¿Crear y llevar un nuevo plan de emergencia ante la contingencia que no sea hacer todo por zoom?

Lo que sea que se elija, implica renunciar a privilegios y está canijo, porque donde se está peleando por la dignidad, seguridad, humanidad y libertad, concebir cualquier concepto de cultura en su vida, es un asunto de privilegios, y ahí es donde debería empezar el diálogo y la acción mientras la guerra sigue transcurriendo.

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FuentePerimetral
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