Sublimes jardines con césped recortado junto a boscosos árboles y hojas de colores. Así es el excelso paisaje en las calles y avenidas de la colonia Colinas de la Normal, en Guadalajara, un sitio que enamora a visitantes y residentes.
Sin embargo, en los años 70 no era así: había baldíos por doquier y apenas se apreciaba la construcción de las casas y del Templo de San Judas Tadeo; la villa se empezaba a establecer en esas tierras y la vías de ingreso adquirían nombres y sentidos.
Gloria Neri, quien vive en el barrio desde hace 47 años, cuenta que las primeras misas se oficiaban en el jardín de la casa de la familia González, quienes vivían en una esquina.
“Hacíamos rifas y comidas cada ocho días. Se compró el terreno y se hizo provisional abajo mientras se construía arriba, el padre Esteban Sánchez lo efectúo”.
La primera misa al público fue el 13 de diciembre de 1970 sobre la calle Diego Rivera, esquina con Avenida Filósofos.
Con el tiempo el lugar acumuló hogares. La arquitectura de las residencias en los paseos se realizó al estilo europeo, con la casa en medio y hierba a la redonda. Mientras que en las calles son a casa cerrada al paño de banquetas.
El espacio se prestaba para construir la vivienda de tus sueños, y Engelberto García, vecino desde hace 41 años, también cimentó ahí su hogar.
“En 1979 compré mi terreno porque estaba cerca del Centro. Cuando llegué ya había casas y el templo lo estaban haciendo; las misas las daban en la parte de abajo porque arriba seguían construyendo”.
El Santuario de San Judas Tadeo, de estilo modernista, fue terminado en octubre de 1983 y es obra del tapatío Ignacio Díaz Morales. El edificio fue petición del arzobispo de Guadalajara y quedó ubicado en la calle Luis Cabrera esquina con Paseo de los Filósofos.
Escenario de recuerdos imborrables
Las orillas de las colonias colindaban con otras periferias a punta de auge. Inmuebles, semáforos, señaléticas de seguridad, transeúntes, ciclistas, postes de luz, coches parqueados y banquetas es la nueva vista que hay en el barrio.
En 1971 la Federación Estudiantil de Guadalajara (FEG) instaló su edificio en las afueras de Colinas, muy cerca de la Escuela Normal de Guadalajara. Era un obsequio de Gustavo Díaz Ordaz por evitar colaborar con el movimiento estudiantil del 68.
Ahí suscitó una mancha imborrable por los abusos de poder que ejercían los miembros de la misma.
El poder de la FEG se les fue de las manos cuando atentaron contra cinco personas: cuatro estudiantes de la Preparatoria 8 y el padre de uno de ellos. Encontraron sus cuerpos en 2011 dentro de las instalaciones de su edificio.
El suceso provocó el descuido del establecimiento. Y en el olvido, se decidió la restauración del sitio para convertirlo en un lugar público.
Los vecinos apelaron por un espacio para todos, como un parque, pero el Gobierno quería instalar el nuevo Planetario en la zona céntrica del área.
En 2014 las paredes que guardaron los secretos de aquella noche lúgubre se consumieron en añicos. Cuatro años después se instauró en ese sitio el Planetario y Centro Interactivo de Jalisco Lunaria. También colocaron una estación de bicicleta pública MiBici.
Espacios que van cambiando
La población generaba espacios de comercio y más lares. “A finales de 1982 se inauguró Gigante, fui cerillito de Maxi Calzada y me tocó la transición, era de las tiendas más grandes y modernas”, manifiesta Fernando Sánchez, habitante de la zona desde hace 49 años.
Ahora ya no existe Gigante, en 2008 el súper mercado transmutó a Soriana.
En la actualidad existen locales con distintos servicios, como lonches de pierna, tacos, perfumerías, jugos, tiendas de abarrotes o de ropa, puestos de periódicos, panaderías, farmacias, neverías y carnicerías.
Pero también hay un tianguis los días miércoles, que se instaló por primera vez el 3 de mayo de 1973.
“Tengo aproximadamente de 40 a 45 años vendiendo tostadas aquí en la colonia”, expone el comerciante Félix.
Además, hay un parque lineal que fue construido en mayo de 2014, se trata de otro espacio para fomentar el ejercicio al aire libre, con bancas para tomar la sombra y disfrutar del tiempo, así como un camino para peatones.
Festividades que dan color
El territorio al Centro y Norte de la urbe tapatía se abasteció de ciudadanos para radicar sobre ella.
Pero eso no era suficiente debido a que siempre tenían visitantes de muchas partes de la ciudad, e incluso del país entero por la celebración de San Judas Tadeo el 28 de cada mes.
Aunque ningún lapso era tan abrumador como el 28 de octubre, su mero día festivo.
“Nos gusta que sean devotos los asistentes y que haya muchos fieles, pero luego lo que no agrada es que cuando viene gente de otros lados dejan basura, hay gente que está tomando bebidas alcohólicas en vía pública o frente a los niños”, detalla Luis Barajas, quien tiene viviendo 30 años en el vecindario.
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Personas a caballo, mariachi, danzas grupales, puestos de comida y feligreses “a lo desgraciado”, es como vive San Judas su día, con una aglomeración devastadora, aunque este año fue la excepción debido al Covid-19.
Y a pesar de los acontecimientos que emergieron desde la construcción de este territorio y con la situación que se vive en la actualidad, sigue sintiéndose una paz con un toque de tranquilidad que acoge las vidas de los pobladores que residen ahí, en Colinas de la Normal.
Parece que ningún vecino del barrio tiene la intención de migrar a otras tierras. Recuerdos, infancias, familias, amigos, todo lo que se generó con el paso del tiempo. Sin duda, se vive distinto, así se vive en Colinas.
Fotografías: Dulce Polanco/Pablo Miranda Ramírez.