Por Abiud Flores, para Atenquique Ayer y Hoy
El siniestro más importante que se ha registrado en Atenquique, municipio de Tuxpan, sucedió un domingo 16 de octubre de 1955, alrededor de las 10:40 de la mañana.
Todo empezó el viernes 14 de octubre, con una lluvia tenaz qué aumentó hasta volverse torrencial el sábado.
En las primeras horas de la mañana del domingo, y a pesar de la inclemencia del tiempo, varias persona acudieron a la misa que celebraba el Presbítero Ausencio Placencia.
Ya estaba por terminar la ceremonia, cuando un aluvión cubrió la iglesia, la escuela, la casa del curato y veinte casas que habitaban los vigilantes; en unos cuantos minutos todo desapareció.
El mercado resistió una avalancha de agua, lodo y piedras; sólo lograron salvarse unas 12 personas subieron al techo de un edificio.
Mientras tanto, en la iglesia algunos feligreses subieron a la parte donde se encontraba el órgano del coro y de ahí, por una pequeña escalera, subieron hasta el campanario, con lo que consiguieron salvarse.
Algunos de ellos vieron desde ahí como el sacerdote Ausencio Placencia se arrodillo al pie del altar para rezar, para después ver cómo el torrente de agua arrastraba a otras personas que no lograron ponerse a salvo.
En este suceso se calcula que fallecieron aproximadamente 20 personas.<
Se dice del señor Antonio Rendón Villalobos, quién a bordo de un camión de volteo logró salvar a varias personas, llevándolas a un lugar seguro; pero en uno de esos viajes fue arrastrado junto con el camión.
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El lunes 17 de octubre el agua cedió y quedó a la vista un escenario de desolación.
Pero ante esta desgracia, muchos habitantes que había ocurrido un milagro, pues en el sagrario del templo encontraron intacto el opón con las hostias.
Hoy, en este lugar sólo quedan las ruinas de la torre y un altar.
Algunos funcionarios acudieron a Atenquique tras la desgracia, cómo fue el entonces gobernador del de Jalisco Agustín Yañez, el arzobispo de Guadalajara Monseñor José Garibi Rivera y otros representantes federales.
Fotografías: Federico Villarreal Durán