El Colomo, JaliscoPor Jorge López Gómez

Yo fui un maestro de rancho en El Colomo.

Para llegar ahí, debes pagar 65 pesos a un camión que tomas en El Mercado del Mar, Zapopan.

Después de 40 minutos de viaje llegarás a San Cristóbal de la Barranca. Una vez ahí, caminas una cuadra y encuentras un carrito donde venden mangos y pepinos. El señor que los cobra te indicará qué camino tomar para llegar a tu punto en el mapa.

Respira y anda, no te alejes de la orilla del río, por varias horas será tu único guía. Cuando el Sol queme, acércate a un árbol y admira el paisaje. El río te enfrentará al encuentro de dos caminos, elige el que sube y despídete del ruido del agua.

Sigue caminando. El cansancio y el sol te confunden; son tus enemigos.

El sendero se alarga y se repite, se endurece y se enfurece. El color verde se esconde y llegas al cruel desierto. Lo cruzas.

Cinco horas después el verde regresa, una higuera con un letrero anuncian el fin de ese rumbo.

Estás subiendo el último tramo de montaña, volteas para atrás y piensas en llorar.

Revisas tu celular, se ha ido la señal y casi toda la carga, lo apagas.

En medio del la naturaleza alcanzas a ver un cuarto blanco, es tu escuela.

Escuchas risas y te emocionas, son Ezequiel y Valentín, corren hacia ti y se ofrecen a cargar tu mochila.

A Eze le falta saber dividir, a Tín le falta leer fluido.

Esa será tu vida cada lunes. En ese salón darás clase, allí comerás, allí dormirás, allí soñarás, allí serás feliz, allí… allí lloré.

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