Cuando llegué, la tierra roja reflejaba el sol de la tarde y se combinaba a la perfección con el verde-azul de las pencas del agave.
Entre barrancas y llanos Jesús María se abría paso en medio de ese horizonte tequilero.
Era obvio este paisaje, pues había llegado a los Altos de Jalisco, donde la tradición en la elaboración de tequila es tan fuerte como en otras partes del estado.
Eran recién las tres de la tarde, después de dos horas de camino desde Guadalajara mis compañeras de viaje y yo llegamos a la entrada del municipio. Una glorieta, con la frase “Tesoro de los Altos de Jalisco”, nos daba la bienvenida.
La panza exigía calmar el hambre, por lo que entramos al restaurante “Santo
pollo”. En él, dos murales dedicados a los cristeros adornaban las paredes del
local.
Aquí es donde conocí el agrillo, fruto de temporada de la región. De color marrón, redondón y un poco ácido. Ya preparado en agua, su sabor es similar a lo que en el sur de Jalisco se conoce como guayabilla. Refrescante.
Algo que captó mi atención fue que, a pesar de estar básicamente en un valle con pocos árboles altos, no hacía calor.
Según me explicaron, es una de las zonas más altas de la región, incluso cuentan con una delegación llamada Josefino de Allende, que es la zona habitada más alta de esta región. Es tan alta que en temporada invernal ha nevado en distintas ocasiones.
Ya con la panza satisfecha, esperamos a quienes serían nuestros guías y acompañantes. Arnulfo y José Luis. Ellos son encargados del área de cultura del municipio. Dos entusiasta jóvenes que en su plática denotaban el amor a su tierra.
Arnulfo nos empezó a platicar sobre la historia de la población, en especial de la zona de los petrograbados. Aunque existen muchos de ellos en el estado, Jesús María se ha identificado como un santuario para las manifestaciones gráfico-rupestres, pues se han encontrado cerca de 600, sólo en una fracción del municipio.
Por la tarde conocimos el museo-galería de la población llamado Tlatelli, que traducido del nahuatl significa “tierra alta” o “loma alta”.
Ahí existe la exposición permanente de piezas de las épocas prehispánica y cristera: objetos religiosos y de la vida cotidiana, que en su conjunto nos dan una muestra de lo rico que es este municipio.
Como piezas principales, se tienen algunos petrograbados y fotos. Gracias a ello y al interés que hay en el municipio para que la gente conozca las riquezas culturales, Arnulfo nos invitó al día siguiente a visitar la zona arqueológica.
Ya por la mañana, después de desayunar y tomar un rico café en “Rico rincón”, lugar que, según palabras de nuestros anfitriones, “era necesario visitar”, nos dirigimos al lugar dónde se encontraba la Presa de La Luz.
Al llegar, conocimos a Francisco Rodríguez Mota y Mario Rétiz García, responsables del levantamiento y registro de los grabados de la zona, académicos e investigadores del Colegio de Michoacán.
El Colegio de Michoacán lleva poco menos de cinco años realizando las investigaciones pertinentes a este sitio.
Los petrograbados más conocidos están sobre una base de piedra a las orillas de la presa de La Luz, a unos 20 minutos de la cabecera municipal.
Aunque no hay mucha información sobre qué tribu se asentó en ese lugar ni qué significan, en textos académicos se pueden ubicar este tipo de manifestaciones entre el periodo 200 al 900 después de Cristo.
Y sobre su significado, los arqueólogos del lugar coinciden en que no se conoce aún, a ciencia cierta, cuál es el significado real.
Sin embargo, existen varios estudios sobre grabados similares en distintas latitudes del país, los cuales algunos mencionan que son mapas estelares; es decir, mapas que señalan constelaciones o calendarios solares.
Otros dicen que son mapas geográficos que ayudaban a la población a ubicar ciertos puntos de importancia, zonas de rituales o recorridos del mismo pueblo.
Más que impresionante fue ver la plancha de piedra llena de espirales, círculos, líneas y rectángulos.
Incluso los mismos investigadores señalan que son pecked cross (cruces con picos), representaciones con patrones en forma circular atravesados por líneas que forman una cruz.
Según nos explicaron, tiene que ver con una situación de medida de tiempo o calendario. Aunque enfatizaban en que hay que realizar más estudios en el lugar para saber si los que se encontraron fungen de la misma manera que en otros lados.
El municipio de Jesús María se ha colocado como el santuario, en Jalisco, de este tipo de arte rupestre.
Lugar que es necesario visitar para conocer no sólo su riqueza de arte rupestre, pues la población de Jesús María, en enero celebra sus fiestas patronales dedicadas a la Sagrada Familia, en las cuales sobre sale la danza de la conquista, una de las más coloridas de la región.
Como un buen recuerdo del lugar, se puede adquirir alguna pieza alfarera que fabrican sus artesanos y, claro, un buen tequila.