Javier Arevalo


En 2015 tuve la oportunidad de entrevistar a Javier Arévalo por una exposición que tendría en noviembre de ese año, en la Galería Vértice. Entre mis textos guardados encontré la nota que surgió de aquella charla, que duro más de tres horas:

***

–Cuando yo tenía ocho años conocí a don José Clemente Orozco. Gané un premio en la escuela a esa edad, junto con otro compañero, y quien organizó el concurso fue Jorge Martínez.

–Nos llevó con él, pero no recuerdo dónde estaba pintando. Vimos a Don José en un andamio de albañil de viles vigas y parecía un tecolote arriba de un árbol seco, porque tenía cara de tecolote. Jorge le dijo “mira, esos son los niños que ganaron”. Cuando volteó vi su enorme nariz y unos lentes de culo de botella. Nos preguntó que si nos gustaba lo que estaba pintando y yo le dije que no; esos monos horribles que los vea un niño de esa edad no le van a gustar. Entonces se río con lo que yo llamó una risa azteca: cortita, fuerte y violenta.

Javier Arévalo dice que nació pintando. El arte le ha salvado la vida y siente que ha sabido corresponder. Apoyado en un bastón, pausa el caminar para observar una a una las pinturas que se encuentran en Galería Vértice. La exposición Las formas se transforman, que ahora presenta en dicho espacio, le significa un viaje que parte desde la primera vez que conoció a Clemente Orozco hasta entenderse del campo.

–Desde niño ya pintaba. Sobreviví de milagro porque siempre fui en contra de mi padre, que no quería que su hijo fuera artista, porque él me veía con una carrera más segura. Esta no es segura, se necesita demasiada inconsciencia y un gran espíritu aventurero. La verdad yo no me he dedicado a otra cosa más que a esto. Después de ser alumno de San Carlos pasé a ser maestro y después director, hice una carrera muy rápida. A los 27 años ya estaba al frente de la escuela de Bellas Artes de Morelia.

A lo largo de su carrera, Arévalo ha pintado infinidad de cuadros y bocetos que cataloga dentro de lo abstracto. En la exposición se reúnen 92 piezas, las cuales registran la transformación que caracteriza el trabajo del artista. La muestra, en una primera etapa, exhibirá 48 cuadros que irán rotándose con el resto.

Me fui de aquí en los años 60, porque no había nada en Guadalajara. Ahora lo hay todo, más que en México. Llegué a los 22 años al Distrito Federal; dejé lo que tenía aquí: un buen trabajo y una novia tan bonita que me juzgaron de loco cuando me fui. Aquí era dibujante litógrafo; hacía carteles religiosos en una litografía antigua todavía con piedras. Algún día saldrán por ahí, luego salen cosas con el tiempo. Siempre me alejaba de todo, por pura intuición.

Algunas piezas retratan la situación del mexicano. Arévalo se entiende más de campo que de ciudad, pues en el primero dice haber descubierto a gente trabajadora, que suda franqueza. Quizá por eso el repelente ante las grandes metrópolis, porque si bien sus habitantes, a su modo personal, caen en la vanidad.

–No siempre fui constante en la escuela. La primera vez que me salí fui al campo a trabajar. Un día comencé a pintar a uno de mis compañeros y cuando vio el dibujo me dijo que me pagaba por él. Con los días, la gente fue acercándose más y más y yo subía la tarifa. Me llegaron a pagar hasta un dólar. La serenidad del campo y sus colores siempre me han gustado. Viajé por toda la República y eso me ayudó a conocer la situación del país, a conocer a la gente de verdad.

Con el tiempo, Arévalo definió su técnica, auxiliado por Jorge Martínez, a quien siempre vio como rígido y escaso de emoción. A diferencia de él, quien se la pasaba viajando acompañado de cigarros. Aunque el artista no finalizó sus estudios, el éxito le llegó a temprana edad, pues dice que a los 30 años tuvo su primera exposición en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México. Si bien el campo le significó contexto para su obra, la gran ciudad el espacio de difusión.

Arévalo toma asiento en una pequeña sala dentro de la galería. Detrás se aprecia un cuadro enorme conformado por seis piezas de formas geométricas. El muralismo, más allá de Clemente Orozco, le encanta.

–Tenemos al más grande pintor del mundo, Don José. Pero es cierto que no influenció en mi camino cuando lo conocí. Aquí no sólo lo tenemos a él, sino al movimiento que en su momento fue censurado porque va en contra de muchas cosas. El muralismo es único en el mundo; ningún país ha tenido un movimiento similar tan importante. Pintar esa cantidad de metros, jamás. Picasso, quien pintó un cuadro de cinco metros, La Guernica, y ya casi azotaba, pero es su mejor obra. Imagínate tanto escándalo por un cuadro de cinco metros, pues no han mirado para acá.

‘Las formas se transforman’ reúne entre marcos, trazos, texturas y colores la vida de uno de los artistas jaliscienses contemporáneos más importantes. La muestra culminará el 18 de noviembre en Galería Vértice (Lerdo de Tejada 2418). La entrada es gratuita.

Artículo anterior“Ciudad de las Rosas”, teatro en honor a Guadalajara
Artículo siguienteSesión 24: Perla Tapatía
Jonatan Gallardo Flores
Colaborador de Ciudad Olinka. Ha trabajado en medios como Radio UdeG Lagos de Moreno, La Jornada Jalisco y Radio UdeG Ocotlán.