Información: Juan José López / Yazmín Pajarito Jiménez
La Plaza de los Mariachis lucía distinta a como se conoce: estaba limpia y repleta de gente. Este callejón se preparaba para recibir al “hijo del pueblo”, Vicente Fernández, el icono mexicano que, con su gran voz, comenzó su sueño de triunfar hace 50 años.
Este domingo 6 de octubre, “El Charro de Huentitán” develó una estatua en su honor en dicho punto de la zona de San Juan de Dios, donde inició su carrera como cantante hace más de medio siglo. Quizá, desde entonces, aquel Vicente nunca imaginó que estaría inmortalizando su talento, su origen y su legado de tal manera.
Las personas preparaban sus celulares para captar el momento exacto en que llegaría Chente. Entre apretones y empujones, éste arribó y se aproximó a la estatua aún cubierta y recién colocada, para recibir el reconocimiento que las autoridades municipales y estatales decidieron entregarle.
Llegó vestido de charro, quería combinar con el estilo de su escultura, pero había una diferencia entre su rostro y el de la estatua, era evidente el paso del tiempo. El monumento estaba ahí para frenarlo en la memoria de su pueblo.
Con la figura de Vicente joven, montado en su fiel e inseparable caballo, esta estatua es creación del escultor Jorge Frausto Arias, está hecha de bronce y mide 2.7 metros de alto aproximadamente. Para su creación, se destinaron 2 millones 600 mil pesos.
Las palabras que compartió Chente frente a la multitud y los medios de comunicación fueron pocas pero muy claras. Recordó a su compañero y amigo José José, lamentó que después de su muerte no tenga paz debido a los conflictos entre su familia.
“Mientras mi garganta aguante yo soy de ustedes, hasta el día que Dios me lleve”, dijo a los presentes.
También pidió disculpas y se excusó tras haber emitido opiniones homofóbicas. “Estaba sedado y no debí haberme expresado así. Tengo muchos amigos gays y los admiro mucho a todos ellos, es una cosa que mandan desde arriba. Unos nacen y otros se hacen”. Pero el pueblo, sin rencores ni sentimientos, mediante gritos en al unísono le exigía cantara.
Como buen charro y para complementar su atuendo pidió que le entregaran su sombrero color verde y lo colocó en su cabeza. “Mujeres divinas” fue la canción que acompañó la develación de la estatua entre aplausos y porras, pero esto fue apenas el comienzo de un atardecer con los éxitos del Charro de Huentitán.
A unos metros de la plaza, la Explanada del Hospicio Cabañas estaba repleta de personas. Ahí, cinco mariachis acompañaron al orgullo musical más grande del occidente de México, en lo que (algunos comentaron) es posiblemente sea su última aparición musical masiva.
Los accesos eran insuficientes, los pasillos y las jardineras estaban repletos, las fuentes fueron estorbo, pues lo único que quería la gente era estar cerca de su hermano tapatío.
Hubo quienes lucharon por arrebatar un lugar hasta adelante, otros que de plano se rindieron. “Mañana vamos al rancho, allá no hay tanta gente, allá de seguro sí lo podemos ver”, dijo un señor mientras abandonaba la explanada, harto del gentío y con la esperanza de encontrar a su ídolo en el rancho de los Fernández.
La canción “Guadalajara, Guadalajara” inauguró la presentación y también calentó el corazón y las gargantas de los tapatíos. A partir de ahí, los más de 65 mil asistentes no dejaron de cantar los éxitos más populares de Vicente Fernández.
Cuando sonaron “La diferencia”, “Acá entre nos” y “Hermoso cariño” no se dejaba de escuchar el murmullo multitudinario. También interpretó “Estos celos” y otros éxitos más recientes pero igual de populares, pues eran igual de entrañables para el público.
El concierto duró poco más de una hora, al finalizar se notaban los rostros sudados de cansancio, pero con un dejo de satisfacción porque pudieron ver a su ídolo, en un concierto que además fue libre para el público.
Algunas de las personas ni cuenta se dieron de que había ya una estatua en su honor, otros venían de fuera, como Don Alfredo, quien vino desde Monterrey, Nuevo León especialmente para ver a Chente.
Entre las calles del Centro tapatío se notaba el fulgor de las personas, pues con cerveza en mano coreaban la música de fondo que venía de la Explanada del Hospicio Cabañas, fecha que quedará grabada en la memoria de los tapatíos que fueron partícipes de este homenaje.
Esa tarde dejó en claro que Vicente Fernández, por ser un icono de la cultura mexicana, un artista consagrado de la música ranchera y el ídolo de miles en Latinoamérica y el mundo, es también el orgullo de Jalisco y Guadalajara, un orgullo con origen humilde que de bronce se vistió.
Fotografías: Yazmín Pajarito, Secretaría de Cultura de Jalisco