Con tecnología no invasiva, utilizada por vez primera en México, especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) analizaron los restos óseos del mártir cristiano San Hermión, que están resguardados en un relicario al interior de la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, en Lagos de Moreno, Jalisco.
Por medio de un análisis de radiología y registro tridimensional superficial se reveló que la estructura interna de este bien cultural —cuyas medidas son de 144.2 centímetros de largo y 52.6 de ancho, y que representa a joven con atuendo romano— aloja un cráneo, varios huesos largos y algunas costillas.
También fueron identificados dientes y otros restos depositados dentro de su cráneo, así como un cúmulo adicional de huesos en una bolsa de tela colocada a la altura de su pecho.
La encargada del proyecto fue la investigadora Gabriela Sánchez Reyes, de la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos (CNMH). Ella menciona que por primera vez, a escala mundial, fue aplicada esta tecnología a este tipo de relicarios.
“Esto nos permite conocer el interior de estos bienes patrimoniales sin tocarlos, manipular excesivamente sus prendas o comprometer su estado de conservación, todo mientras obtenemos información precisa de sus materiales y de cómo están estructurados”.
Los trabajos involucraron la obtención de imágenes en alta definición de la composición interna de los objetos, por medio de placas radiográficas de un equipo portátil de radiología digital directa, operada por lo investigadores de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM.
Fueron recopiladas muestras de los distintos materiales que conforman la pieza y también se realizó una limpieza superficial con brochas de pelo suave, para eliminar depósitos de polvo y suciedad en la urna que contiene a la figura.
A partir de esta primera inspección, se determinó que para hacer el cuerpo-relicario fue empleada una técnica mixta: además de los restos óseos, cuenta con soportes de metal y combinaciones de diversos textiles, papel y fibras vegetales usadas para generar volúmenes y secciones del cuerpo.
Para las zonas que simulan piel, se empleó una tela delgada y transparente, presumiblemente seda, que permite observar los huesos a través de ésta.
La vestimenta en forma de armadura fue realizada con telas metálicas cosidas sobre papel y unidas al cuerpo mediante alfileres.
Algunos de los elementos como la espada, la palma y el vas sanguinis (redoma que acorde con el culto católico recogía la sangre derramada por los primeros cristianos) son de madera estofada con hojas de oro y plata.
La investigadora destaca que el relicario y los objetos asociados a éste serán incorporados al Sistema Único de Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicos e Históricos del INAH, para su inscripción y asignación de folio real.
En la siguiente etapa de trabajo se interpretarán las placas radiográficas a fin de establecer, por antropología física, cuántos y cuáles huesos se localizaron.
A la luz, la historia del mártir católico
En contraste con otras piezas hechas a base de cera, como las de San Vicente Niño y San Deodato, en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, el corpi santi (cuerpo santo) de San Hermión es un relicario que representa a un joven mártir vestido a la usanza romana.
Se trata de un lote creado durante el pontificado de Pío VI (1775-1799), de cuyo estilo se conocen sólo 50 piezas, de las cuales 45 están en Europa y cinco en México.
Gracias a un proyecto internacional de colaboración creado por Gabriela Sánchez Reyes, denominado Corpi Santi Project International Network and Database, nueve especialistas de México, Italia, Portugal y Canadá suman esfuerzos para el estudio de estos relicarios.
Tras una investigación documental hecha en el Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Guadalajara y de la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, descubrieron que el cuerpo de San Hermión fue una donación realizada en 1790 al canónigo laguense José Ana Gómez de Portugal (1750-1815), quien la heredó al entonces pueblo de Santa María de los Lagos.
Sánchez Reyes agregó que fue desde 1578 cuando el Vaticano empezó a donar reliquias que datan de los inicios de la cristiandad, a templos de sitios donde habían pocos feligreses dada la influencia del protestantismo. Asimismo, para las familias acaudaladas adquirir objetos sagrados era una cuestión de honor y estatus.
“Estas donaciones se hacían a partir de solicitudes de particulares. Normalmente clérigos o individuos adinerados que, luego de hacer obras de caridad o realizar mejoras arquitectónicas en sus templos predilectos, buscaban legar a sus comunidades reliquias únicas para probar su fe, pero también su posición económica”.
La mayoría de los mártires de catacumba —identificados por la presencia de signos de martirio como el vas sanguinis— son anónimos, por lo que previo a su donación se les bautizaba.
En el caso de San Hermión, la ruta que lo trajo a Jalisco fue Roma, Cádiz, Veracruz y Lagos de Moreno.
“Muy pocos podían adquirir un mártir con nombre propio, como san Hermión. Esto, junto con la probable osamenta completa, ya que había quienes sólo podían obtener un cráneo, falanges o huesos específicos, nos habla de los abundantes recursos que tenía Gómez de Portugal, así como de su conocimiento. Sabía muy bien lo que estaba solicitando”.
La historia de San Hermión se encuentra bien documentada en la región de Los Altos Norte; actualmente el arquéologo italiano Massimiliano Ghilardi, del Istituto Nazionale di Studi Romani, uno de los expertos convocados, busca en archivos romanos y vaticanos el certificado que dirá a los expertos las especificaciones de cada donación.
Él explica que el autor de los referidos cuerpos-relicarios habría sido el médico Antonio Magnani, de quien se sabe ejerció en Roma durante el último tercio del siglo XVIII.
Fuente: INAH
Fotografía: Gibrán Huerta, Iván Serrano Jauregui