“¿Aquí ya lloró la Virgen?”, era la pregunta que los tapatíos hacían en cada casa de los barrios donde se montaban los altares de Dolores.
Si la respuesta era sí, entonces el caminante recibía un vaso de agua de limón con chía o de jamaica por parte del anfitrión del hogar; no sin antes haber rezado un rosario… de esa nadie se salvaba.
Donde había un altar, el perfume de la combinación de manzanilla, naranja, las flores y hierbas cubría varios metros a la redonda.
Según la creencia, estos aromas ayudan a calmar la aflicción de la Virgen de los Dolores el viernes previo a los días de Semana Santa, que es cuando ocurre la pasión y muerte de su hijo, Jesús.
Esta tradición, que se popularizó en todo México a partir del siglo XVII por influencia europea, parece que está en extinción en Guadalajara.
Actualmente son pocas las parroquias de la ciudad donde se monta este altar, pese a que muchos adultos mayores tapatíos aún recuerdan que estas fechas no se concebían sin uno de estos altares.
En el Barrio de Analco, uno de los que han preservado este legado cultural es el historiador Octavio Aguilar, quien recuerda que desde pequeño la idea de hacer el altar a La Dolorosa era algo que le llamaba mucho la atención.
Fue en 2010 cuando comenzó a montarlo en su domicilio cada Viernes de Dolores, convocando a visitantes de distintas partes de la ciudad para admirarlo.
“En el auge de esta tradición se acostumbraba regalar agua de sabores”.
“Cuando una persona veía rezaba y naturalmente venía la pregunta obligada: ‘¿ya lloró la Virgen?’ o bien, ‘¿de qué lloró la Virgen?’, y eso significaba para el anfitrión que debía regalarle agua, por lo que tenían distintos barriles de agua fresca lista para la ocasión”, contó Octavio Aguilar para Ciudad Olinka.
Refirió que en 2018, gracias a la organización barrial por las actividades de la Judea en Analco, se revitalizó la tradición, con cerca de 20 altares en la zona, que eran mucho más que las cinco familias que decidían montar el altar en sus casas.
El recibidor de su hogar está adornado con papel picado de china, ramilletes de manzanilla y una imponente figura de la Virgen que es la protagonista de un altar que luce lujoso y que cuenta con todos los elementos simbólicos.
Octavio, gustoso, comparte con el visitante que se asoma a su casa lo que significan los elementos y les comparte la importancia de preservar la tradición, que aunque no es tapatía, tuvo mucha aceptación en los últimos siglos.
Dice que la intención de crear un altar tan vistoso y hermoso es para distraer a María de su dolor, y que esto es una preparación para que los que son católicos esté preparados para la semana mayor.
Deliciosos símbolos
Los dolores que aquejaron a la Virgen durante su vida estrujaron su corazón. La aflicción de “La Dolorosa” busca ser mitigada con elementos que evocan al folclor de donde el altar es montado.
En Guadalajara, al igual que el resto de México, hay los objetos comunes son los más importantes para este rito de veneración.
- Imagen de la Virgen: es la representación pictórica o escultórica de la advocación de la Virgen Dolorosa.
- Colores: ya sea en papel de china o telas destacan distintos colores: el morado significa la penitencia, es el color de la temporada de cuaresma. El rojo es la sangre de Cristo; el dorado implica la gloria de la resurrección.
- Agua de colores: es agua natural pintada con anilina. Octavio dice que poner estas jarras con agua es más tradicional en el centro de México, como en el caso de Puebla y Guanajuato.
- Espejo: es un elemento exclusivo de Guadalajara, es la aportación regional que representa a la propia Virgen María, quien se identifica y refleja con los problemas y tristezas de las personas que le rezan, asegura Octavio.
- Naranjas agrias y banderillas: En el siglo XIX, Guadalajara contaba con muchos árboles de naranja agria; éstos frutos eran arrancados y puestos en el altar como forma de representar el amargo corazón de María.
- Chía: semilla hace referencia a las lágrimas de María.
- Trigo geminado: las pequeñas macetas de talavera llevan esta hierva que es indispensable para el altas. Ésta representa el pasaje bíblico que dice: “Si el grano de trigo cae y muere, produce mucho y su fruto es abundante”.
- Hierbas: manzanilla, romero y lechugas son las que emanan un aroma reconfortante y fresco en el ambiente.
- Palomas: En los patios las palomas bajaban a comer la semillas del altar; entonces se consideró a esta aves como un elemento fundamental, ya que además con su canto y revuelo alegraban un poco el humor de la Virgen.
Los siete dolores
La liturgia católica habla de que María estaba predestinada a sufrir varias situaciones y que se asemejarían a espadas encajadas en su corazón.
- La profecía de Simeón: el profeta Simeón profetizó a María que su hijo, aún en brazos, viviría una pasión y muerte cuando éste fuera adulto.
- La huida a Egipto: para salvar a su hijo de la matanza ordenada por el rey Herodes, José y María tuvieron que escapar a Egipto desde Belén.
- El niño perdido en el templo: la Biblia explica la angustia que vivió María cuando su hijo de 12 años se perdió tres días durante su visita a Jerusalén.
- Encuentro con Jesús en el Calvario: Cristo cargaba la cruz rumbo a la cima del monte Calvario cuando María lo topó y se compadeció del mismo.
- Cristo muere en la cruz: María contempló el cuerpo de su hijo crucificado.
- María recibe el cuerpo de Jesús tras bajarlo de la cruz.
- Jesús es colocado en el sepulcro.
Espacios culturales, donde más recuerdan a “La Dolorosa”
En Guadalajara los museos son los principales impulsores de esta tradición, donde se han montado altares de dolores es en el Museo Regional de Guadalajara o el Museo de la Ciudad de Guadalajara.
“La tradición no es de México, es de la época Virreinal y llega con la evangelización, en Guadalajara comienza la devoción por la Dolorosa y empiezan a ponerlos en las casas a partir de 1814. Hoy muchos no saben qué es ni qué representa”, explicó Olga Moya, quien ha fungido como encargada de Asuntos Educativos del Museo de la Ciudad.
Dijo que tradicionalmente el altar se suele monta la víspera del Viernes de Dolores y se retiraba el Domingo de Ramos.
La cronista de Santa Anita, en Tlaquepaque, Aurora Alcántar Gutiérrez, explica el origen del apodo de Incendios de Dolores, nombre con el que también se conoce a la tradición.
“Los aires propicios de la Cuaresma hacían que se movieran las cortinas o el papel de china de los altares, lo que hacía que estuvieran en contacto con el fuego de las lámparas de petróleo o las veladoras y provocaba incendios; por eso se le llamaban los ‘incendios de Dolores’, nombre característico en que se conoce”.
Fotografías: Iván Serrano Jauregui