No sé si hay neblina o tan solo es la pólvora. A los lejos las detonaciones de pistolas crean melodías tétricas.
En casa de la abuela no esperamos balas perdidas. Los primos pequeños abren sus regalos entre rostros sudados, manos pegajosas por los caramelos y risas ansiosas.
Tamales, lomo, espagueti, ensalada dulce y strudel de manzana me hacen no querer dejar el sillón por un buen rato.
Alguien pide rezar el rosario en el nombre de Jesús, para recordar el verdadero motivo del 25 de diciembre.
Yo pelo los dientes –sonrío cínicamente– y me concentro en mandar mensajes por el smartphone.
Al final, mi navidad se resume a redes sociales. Hace años que “la magia” me dejó, me olvidó.
No hay piñatas ni intercambios ni música en el invierno de 2015