“El alto los agarró por Plaza Patria. Entonces una niña se acercó a la ventana del carro, no dejaba de llorar. Tendría unos seis o siete años”, contó el chofer.

Eran cerca de las 2:30 de la madrugada y el taxista dijo que en 23 años que llevaba en ese trabajo no le habían robado ni pasado cosas sobrenaturales.

“Eso me lo contó un compañero de base. Dijo que se acercaron con los guardias de seguridad de la plaza para que los auxiliaran, a él y al compañero que iba a dejar a su casa cerca de la Basílica”, bebió un sorbo de café del Seven Eleven y parpadeó tres veces para no dormirse.

“Pero uno de los guardias de la plaza nomás se reía y se reía y lo que hicieron fue llevar a la niña al cuartel de policías”.

Yo sabía que la historia acabaría en que la niña estaba muerta. No dije nada.

Como si me leyera el pensamiento, el taxista calló por un momento.

“No se pa’ qué te cuento si ya sabes qué sigue”. El hombre dio vuelta a la Glorieta del Charro.

“Pero debe ser normal para ti ver gente, como por ejemplo esa señora que va caminando a esta hora y sin razón de andar aquí”, el taxista señaló con su dedo índice una silueta oscura que transitaba frente al Burger King.

Era una mujer de más de 70 años, vestida de negro y con un velo que le tapaba la mitad del rostro, dejando a la vista un nido blanco en la cabeza.

Caminaba con un rosario entre las manos.

Su mirada se posó en el taxi y pude sentir cómo la sangre del cuerpo llegó a mis pies.

Artículo anteriorHernández-Claire, un maestro que expone sus sueños
Artículo siguienteReal condición humana, en la obra de Darío Ortiz
Jonatan Gallardo Flores
Colaborador de Ciudad Olinka. Ha trabajado en medios como Radio UdeG Lagos de Moreno, La Jornada Jalisco y Radio UdeG Ocotlán.